Domingo 5° de Pascua: 18 de mayo 2025

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Cuando salió, dice Jesús: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo

y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con ustedes. Ustedes me buscarán, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, ustedes no pueden venir, les digo también ahora a ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que, como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tienen amor los unos a los otros. (Juan 13,31-35)

Referencias bíblicas

– Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo. (Juan 16,33)

– Jesús le dice: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. (Mateo 8,20)

– Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1,14)

– Jesús les dijo otra vez: Yo me voy y ustedes me buscarán, y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir. (Juan 8,21)

– En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. (Juan 1,1-2)

– Sin embargo, les escribo un mandamiento nuevo -que es verdadero en él y en ustedes- pues las tinieblas pasan y la luz verdadera brilla ya. Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos. (1 Juan 2,8-11)

– Pues este es el mensaje que oyeron desde el principio: que nos amemos unos a otros. (1 Juan 3,11)

– Amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como expiación por nuestros pecados. Si Dios nos ha amado de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios mora en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a la perfección. (1 Juan 4,7-12)

– Jesús les dijo: Todavía, por un poco de tiempo, está la luz entre ustedes. Caminen mientras tienen la luz, para que no les sorprendan las tinieblas; el que camina en tinieblas, no sabe a dónde va. Mientras tienen la luz, crean en la luz, para que sean hijos de luz. Dicho esto, se marchó Jesús y se ocultó de ellos. (Juan 12,35-36)

– Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Lo que les mando es que se amen los unos a los otros. (Juan 15,12.17)

– No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Yahvé. (Levítico 19,18)

– Se le acercó uno y le dijo: Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. ¿Cuáles? -le dice él. Y Jesús dijo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo. Le dice el joven: Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego sígueme. Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. (Mateo 19,16-22)

– Mas los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? Él le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas. (Mateo 22,34-40)

– Se levantó un legista y dijo, para ponerle a prueba: Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? Respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Le dijo entonces: Bien has respondido. Haz eso y vivirás. (Lucas 10,25-28)

– Él le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? Respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. (Lucas 10,26-27)

– Yahvé te establecerá como el pueblo consagrado a él, como te ha jurado, si tú guardas los mandamientos de Yahvé tu Dios y sigues sus caminos. Todos los pueblos de la tierra verán que sobre ti es invocado el nombre de Yahvé y te temerán. (Deuteronomio 28,9-10)

– La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían ellos en común. (Hechos 4,32)

– Entonces dirá el Rey a los de su derecha: Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y acudieron a mí. Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti? Y el Rey les dirá: En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron. (Mateo 25,34-40)

Comentario

En el capítulo 13 del evangelio de Juan, Jesús promulgó solemnemente el mandamiento nuevo del amor. La escena se desarrolló en el contexto del lavatorio de los pies, cuando Jesús hizo primero el anuncio de la traición de Judas y, luego, el anuncio de las tres negaciones de Pedro. El discurso de despedida de Jesús comenzó inmediatamente después de la salida de Judas del lugar donde se realizaba la cena, lo que, en la práctica, marcó el inicio de la pasión de Jesús. Es en esta compleja situación que Jesús se refirió a la glorificación recíproca del Padre y del Hijo del hombre. La frase es un eco de Juan 12,27-28: Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre. Vino entonces una voz del cielo: Le he glorificado y de nuevo le glorificaré. A través de sus palabras y de sus acciones, Jesús había dado a conocer al Padre y lo había mostrado en toda su gloria, es decir, en toda su plenitud. Esto había sido posible porque el Padre le había encargado a Jesús realizar todas esas cosas. El propio Padre se encargaría, muy pronto, de glorificar a Jesús a través de los acontecimientos de su muerte y resurrección. La gloria de Dios se manifestaría en la glorificación que Jesús experimentaría en la cruz y en la resurrección a nueva vida junto al Padre.

Cumplida su misión, Jesús iniciaba su preparación para regresar a la casa del Padre. El segundo tema del discurso estaba relacionado precisamente con esta partida de Jesús. Él se dirigiría hacia un lugar a donde, por el momento, los discípulos no podían llegar. Esta separación momentánea justificaba el discurso de despedida que Jesús dirigió a sus discípulos. Poco tiempo más voy a estar con ustedes. Ustedes me buscarán, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, ustedes no pueden venir, les digo también ahora a ustedes. (Juan 13,33)

El tercer tema del discurso está relacionado con la promulgación del mandamiento nuevo del amor. Se trataba del amor incondicional de Jesús hacia sus discípulos, a quienes él llama cariñosamente hijitos; este amor debía generar también el amor recíproco entre ellos. Este amor es presentado primero como un mandamiento, para luego transformarse en la característica distintiva de la comunidad de los discípulos de Jesús. Es un mandamiento nuevo, porque es distinto a la ley de Moisés: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Levítico 19,18). Es también nuevo, porque su origen está en el amor de Jesús. La expresión como yo los he amado no indica una comparación o un modelo, sino una causalidad: debemos amarnos porque Jesús nos ha amado primero. Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. (Juan 13,1) Este amor de Jesús hasta las últimas consecuencias, fue la mejor demostración del extraordinario amor de Dios por todos nosotros. Llama la atención que en la formulación del mandamiento nuevo no aparezca el nombre de Dios. No era necesario, pues el amor recíproco auténtico es siempre reflejo del amor de Dios y es también una respuesta nuestra al amor de Dios.

P. Sergio Cerna, SVD