Por

Padre Yuventus Kota, SVD

Provincial SVD Chile

Durante mi peregrinaje en Roma, con motivo de la canonización de San Arnoldo Jansen y San José Freinademetz, tuve la oportunidad de meditar y contemplar mi vida y misión como misionero, sacerdote y religioso, ante el Santísimo Sacramento. Después de más de tres horas de silencio, guiado por la oración de Taizé, una forma de oración sencilla y meditativa basada en la lectura bíblica, cantos, reflexiones, velas e iconos, me dirigí a una capilla para celebrar la Eucaristía.

Al llegar a la puerta principal de la capilla, me encontré con un letrero que decía: «¿Qué hora es?» Las respuestas de los peregrinos eran diversas. Un joven que estaba frente a mí respondió: «Son las cuatro y media». «¡No, joven, por favor!  Que se detenga, ¿haga el silencio, contemple, mírate a ti mismo, es realmente respuesta de tu corazón?   «, intervino una señora mayor. En pocos minutos, el joven respondió con voz firme: «Señor Jesús, es hora de reconciliarme con mi esposa, con mis padres y con mis hermanos».

¿Qué hora es? Es muy importante en la vida saber «detenerse», «hacer silencio» y dedicar tiempo a pensar y contemplar. Entrar en el interior de uno mismo, encontrarse sinceramente a solas con lo que hay en el fondo de nuestro corazón: deseos, preocupaciones, fracasos y esperanzas. Es entonces cuando la vida nos plantea problemas y dificultades que exigen nuevos retos. Sin embargo, todo esto también nos ofrece la oportunidad de renovar nuestras motivaciones, depurar nuestras actitudes y consolidar nuestras esperanzas.

¿Qué hora es? Es hora de acompañar a Jesús en este triduo pascual, nos invita a la introspección, la renovación espiritual fortaleciendo la fe, conmemorando los últimos días de Jesús en la tierra y su sacrificio por la humanidad. Es un tiempo para detenerse y reflexionar sobre el amor, el sacrificio y la esperanza en Jesús.  Una   reflexión personal y familiar que nos conduce a la Pascua de Resurrección, invitándonos a la conversión   Es un momento para mirarnos a nosotros mismos, a los demás, al mundo a Dios con una mirada de fe y esperanza, con el fin de vivir en comunión y en paz. Nos llama a un cambio de mente y de corazón.

¿Qué hora es? es hora de renovarse para ser semejantes a Jesús. Cuando escuchamos la palabra “conversión”, a menudo pensamos en grandes transformaciones, en historias impactantes de personas que dejan atrás una vida de pecado para abrazar la fe. Sin embargo, la conversión es algo mucho más profundo y, al mismo tiempo, cotidiano: es un cambio de mentalidad, una renovación interior que nos acerca más a Dios y a su voluntad para ser semejantes a Jesús, y la semejanza con Dios la tenemos en la medida que amamos.

¿Qué hora es? es hora de meditar, nos motiva a la conversión   al acto de apartarse del pecado mediante el arrepentimiento y volverse hacia Cristo con fe. El arrepentimiento y la fe son dos aspectos, negativo y positivo, de un mismo proceso. Como afirmó el gran teólogo John Murray: «La fe que lleva a la salvación es la fe que se arrepiente de sus pecados, y el arrepentimiento que lleva a la vida es el arrepentimiento que confía en Dios». Un ejemplo de esto lo encontramos en el sermón de Pedro en Pentecostés: «Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para el perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2:38).

A partir de los ejemplos bíblicos anteriores, podemos definir el arrepentimiento como un acto de apartarse del pecado y volverse hacia Dios. Nos alejamos del pecado (1Re 8:35), del mal (Neh 9:35; 36:10), de la rebelión (Isa 59:20), de la maldad (Eze 3:19), de las tinieblas (Hechos 26:18), del error (Stg 5:20); al mismo tiempo, nos dirigimos hacia Dios (Sal 51:15; Isa 10:21; Jer 4:1; Os 14:1; Am 4:8; Mal 3:7; Hechos 15:19; 1 P 2:25). Ambos aspectos se abordan en Hechos 26:20: «… deben arrepentirse y volverse a Dios», y en 2 Pedro 3:9b: «Él quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan y se arrepientan».

¿Qué hora es? es hora de presentarnos ante Jesús en el   Santísimo Sacramento, como María Magdalena, que representa principalmente el momento en que, arrepentida, unge los pies de Jesús con perfume y los seca con su cabello.  Es un acto de reverencia y arrepentimiento que marca un punto crucial en su transformación espiritual y su posterior seguimiento de Jesús, que emplea toda la fuerza del amor que le llevó al pecado a una causa mucho mejor: la de amar a Dioscon todas las fuerzas por el camino recién descubierto.  «Tu fe te ha salvado, vete en paz”

¿Qué hora es?  es hora de contemplar, haciendo    un discernimiento personal y comunitario, para el cual necesitamos la luz de Cristo eucarístico que   nos ilumine en la dirección y el sentido de lo divino y nos enseña a ser servidor humilde y sencillo entregando nuestra vida a los demás para que tengan vida y la tengan en abundancia-  Potenciar, a lo largo de estos días antes del encuentro con Jesús resucitado, ese ejercicio de lucidez que nos permite ordenar nuestras vidas, decidir con claridad y situarnos delante de Dios para ser más de Él. Debemos cimentar en nosotros la experiencia del amor misericordioso, el único capaz de acoger y amar nuestras miserias. La profunda experiencia de la oración ante Cristo   eucarístico radica en avivar en nosotros el verdadero encuentro con el Señor, que sirva, quizás en lo oculto y secreto de nuestro corazón, para transformar internamente lo que somos.

Si tuvieras que responder a la pregunta «¿Qué hora es…?» hoy, ¿cómo sería tu respuesta después de mirarte a ti mismo, a los demás, a Dios, como hijos, esposos, papás, o abuelos?, religiosos, profesores y estudiantes.