San José Freinademetz tuvo la idea que la SVD en China tuviera un centro de operaciones, consiguió la autorización del superior general, es decir, el Fundador de la Congregación, San Arnoldo Janssen, obtuvo los recursos para comprar un terreno y para construir los edificios necesarios.
Lo fundamental era tener un lugar donde los misioneros se pudieran reunir un mes al año para descansar, reflexionar, estudiar, rezar y compartir. En esos tiempos las comunicaciones en el Imperio Chino eran lentas, por lo que cada misionero se iba a su campo de trabajo y quedaba muy aislado del resto de sus cohermanos durante meses. Dicha “Casa Misional” está ubicada en el sector de DaiJiaZhuang, que antiguamente se escribía en letras latinas como Taikia, pero es lo mismo: la villa (zhuang) de la Familia Jia (o Kia) de apellido Dai (o Tai).
Es una propiedad amplia, a la que se fueron agregando edificios: el seminario menor, la residencia de los misioneros recién llegados que debían estudiar chino por un par de años, etc. También se construyó un cementerio para los misioneros que iban muriendo.
En uno de los edificios de ese complejo de construcciones destinadas a la misión falleció San José Freinademetz, en una sencilla habitación en el primer piso. Cuando yo conocí ese lugar, en 1999, esa pieza era una tienda de abarrotes, pero que tenía una placa en latín y en chino que decía que ahí había muerto José Freinademetz. Ahora es un pequeño santuario.
Poco después de la muerte del padre Freinademetz se construyó una iglesia para unas 200 personas. La propiedad de la SVD en Taikia tuvo muchísima importancia hasta el triunfo de la revolución comunista en 1949.
En ese momento todos los misioneros fueron expulsados del país, los seminaristas diocesanos enviados a sus casas, y el gobierno confiscó las propiedades de las iglesias, entre ellas Taikia, cuya iglesia fue transformada en una fábrica y la mayoría de sus edificios pasó a ser un hospital.
Se permitió trabajar a los sacerdotes chinos, pero con muchas restricciones, bajo la estricta tutela del gobierno. Los religiosos chinos que habían estado fuera del país fueron enviados a prisión o campos de trabajos forzados porque eran considerados espías.
A mediados de la década de 1960 comenzó la Revolución Cultural que incrementó la presión hacia las religiones, especialmente la católica porque depende de la Santa Sede, considerada como una «potencia extranjera». Sacerdotes que ya estaban en prisión fueron enviados a confinamiento solitario. Los que estaban en libertad fueron enviados a trabajos forzados.
Entre los cambios culturales se enseñaba que los cementerios debían ser destruidos porque ocupan tierra que podría ser de uso agrícola. Todos los difuntos debían ser cremados. Los guardias rojos destruyeron el cementerio de Taikia, abriendo las tumbas y quemando los cadáveres. Treinta años después uno aún recordaba que el cuerpo de José Freinademetz estaba incorrupto. Lo quemaron después de rociarlo con parafina. Yo conocí ese cementerio destruido, que nunca fue transformado en tierra cultivable, con las lápidas quebradas y las tumbas convertidas en montones de escombros.
Unos años después de la muerte de MaoTseTung (Mao ZeDong se escribe ahora) se consolidó en el poder de China Deng XiaoPing, quien comenzó a liberar la economía y a permitir nuevamente las prácticas religiosas. Algunas propiedades eclesiásticas fueron devueltas, entre ellas la iglesia y el cementerio de Taikia. Lentamente la comunidad católica local logró restaurar la iglesia y el cementerio. Nuevamente tenemos una tumba de San José Freinademetz, pero está vacía. Una comunidad creyente se reúne cada semana en la iglesia de Taikia.
P. Sergio Edwards, SVD
(Vice provincial SVD Chile y rector del Colegio del Verbo Divino (CVD) de Las Condes)