Yo amo a la China, a los chinos, en medio de ellos quiero vivir y en medio de ellos quiero ser sepultado”.

El padre José Freinademetz nació en Oies, en el norte de Italia, el 15 de abril de 1852. Falleció a causa del tifus en Taikia, China, el 28 de enero de 1908. Fue canonizado el 5 de octubre de 2003.

Fue un misionero plenamente entregado al servicio del pueblo chino, con quienes vivió y junto a quienes falleció. Su vida y obra misionera estuvieron marcadas por una dedicación incansable, que lo consumió y agotó. Lamentablemente, su enfermedad terminó venciendo sus deseos y esfuerzos.

El padre Teodoro Bückaer, en nombre de los cohermanos verbitas de la provincia de china, solicitó la bendición al padre José mientras decía: “Prometemos continuar sirviendo según su espíritu”.  El padre José respondió: “¿Quieren seguir trabajando según mi espíritu? Hace tiempo que no hago las cosas bien”.  El padre José se dedicó con todo su corazón y alma a amar y servir a Dios y a los demás, como un verdadero misionero. Fue un hombre de profunda oración y arduo trabajo, viviendo su misión con total coherencia entre palabra y acción. Su vida fue una entrega plena al servicio de Dios Uno y Trino.

Como todo misionero, tuvo que enfrentar diversas dificultades, como enfermedades, conflictos con las autoridades locales, decepciones y momentos de desánimo. Sin embargo, estos desafíos se convirtieron en oportunidades que lo fortalecieron y lo impulsaron a seguir con su labor sacerdotal, religiosa y misionera. Dios permite estas crisis, que, desde la fe, son retos que nos invitan a la reflexión y nos abren a caminos desconocidos. La fe nos da fortaleza y valentía para ver la realidad en su totalidad; nos anima, nos motiva y nos orienta. A través de la fe, el creyente es capaz de confiar y dejar que Dios actúe según su voluntad.

Entonces, como misionero verbita, ¿soy consciente de que los obstáculos en mi camino me han ayudado a descubrir la presencia de Dios que me envuelve por todas partes? ¿Logro comprender que, desde la mirada de Dios, las crisis son signos de su amor y, al mismo tiempo, una oportunidad para crecer y madurar en mi vida?

José Freinademetz estaba convencido del poder de la oración y que Dios siempre escucha a quienes oran. Para él, una vida sin oración era el camino más seguro hacia el padecimiento. Por eso, instaba a no olvidar nunca rezar por los misioneros y por el pueblo de Dios. El padre Freinademetz comprendía que Dios no necesita la oración, sino que somos nosotros quienes la necesitamos en nuestra vida.

El Cardenal Tien expresó: “La imagen de este sacerdote ha brillado ante el tabernáculo; quedó imborrable en mi recuerdo”. Además, destacó que el padre José siempre estuvo disponible para todos los chinos, sin importar quiénes fueran. Sus hermanos en la fe acudían constantemente a él, y nunca lo consideró una molestia. Siempre se mostró amable, cercano y sonriente. Para todos, era un verdadero santo.

La amabilidad, la apertura y la tolerancia hacia los demás son esenciales en la misión. ¿Cómo es mi actitud y mi testimonio ante quienes piensan diferente, pertenecen a otras razas o culturas, o viven marginados?

No podemos cambiar el pasado, pero debemos esforzarnos para que no se repitan errores, pues la democracia y la humanidad son fundamentales. No existe sangre cristiana o musulmana, asiática o americana; ante Dios, todos somos su imagen. Seamos respetuosos con los demás y, desde nuestro pueblo, seamos testigos de la luz para todas las personas.

Recordemos su testimonio de vida y misión:
«El amor es el idioma que todos entienden.»
«El amor trasciende barreras, lenguas y culturas; es una conexión universal que se expresa a través de la mirada, los gestos y los actos de bondad. Una sonrisa o una caricia pueden transmitir más que mil palabras.»

El padre Teodoro Bückaer, en su discurso fúnebre, lo describió como un heroico apóstol y un santo religioso. El padre José Freinademetz murió en olor de santidad, es decir, muchos de sus conocidos lo consideraban un hombre justo, piadoso y humilde, un verdadero santo y misionero ejemplar.  Los chinos lo veneraban en vida, viéndolo como el reflejo de un Dios Padre bondadoso y lleno de amor. Asimismo, la mayoría de sus cohermanos verbitas lo apreciaban profundamente; tanto ellos como las autoridades eclesiásticas lo consideraban el misionero ideal en todos los aspectos. Su vida era la de un verdadero santo, un sentimiento compartido por muchos cristianos.

El padre José vivió su compromiso apostólico inspirado y guiado por el amor de Dios en plena libertad, vaciándose del ego, el orgullo, los privilegios y honores, para llenarse del Dios de los marginados, empobrecidos y desplazados. La crisis que enfrenta el mundo actual exige la presencia de un líder ético, justo, humilde y servicial, a través de su testimonio, nos ofrece una nueva oportunidad para vivir la experiencia misionera en libertad, sin poner en riesgo la PALABRA y visibilizando nuestra obediencia, no por temor, sino por fidelidad y amor a Dios.

La compasión de José nos inspira a asumir el sufrimiento de la humanidad, tal como lo hizo Jesús, el Verbo Encarnado:  El amor debe ser un amor que da VIDA. El padre José nos enseña que ser misioneros es ser personas enamoradas del Reino de Dios, que ven y gustan de la acción de Dios en todos los pueblos y culturas. Solo el amor de Dios en Cristo otorga la fuerza necesaria para salir de uno mismo, y esta es la condición indispensable para salir a predicar. El mejor apóstol, según nos enseña el padre José, es aquel que logra convertirse en una imagen de Cristo, pues su vida y misión fueron la evangelización del reino de Dios.

En este año de Jubileo de nuestra congregación, 150 años en el mundo y 125 años en Chile, debemos ser testigos de la luz, fieles y creativos, desde todo el mundo para todas las personas, tal como lo hizo José Freinademetz.

Fuente:

Libro: «Preciosa es la vida entregada por la misión», 2010, p. 97-112).

P. Yuventus Kota, SVD

(Superior Provincial SVD Chile)