Domingo del Bautismo del Señor: 12 de enero 2025
Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico
Como el pueblo estaba expectante y andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, declaró Juan a todos: Yo los bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará en Espíritu Santo y fuego. Todo el pueblo se estaba bautizando. Jesús, ya bautizado, se hallaba en oración, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado. (Lucas 3,15-16. 21-22)
Referencias bíblicas
– Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: ¿Quién eres tú? Él confesó, y no negó; confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues?; ¿Eres tú Elías? Él dijo: No lo soy. – ¿Eres tú el profeta? Respondió: No. Entonces le dijeron: ¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo? Dijo él: Yo soy la voz del que clama en el desierto: Rectifiquen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Habían sido enviados por los fariseos. Y le preguntaron: ¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta? Juan les respondió: Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes está uno a quien no conocen que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia. Esto ocurrió en Bethabara, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando. (Juan 1,19-28)
– Juan dijo: Ustedes mismos son testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. (Juan 3,28)
– Al final, Juan decía: Yo no soy el que ustedes piensan, sino miren que viene detrás de mí aquel a quien no soy digno de desatar las sandalias de los pies. (Hechos 13,25)
– Yo los bautizo con agua en señal de conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga. Entonces se presenta Jesús, que viene de Galilea al Jordán, a donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Jesús le respondió: Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Una vez bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. (Mateo 3,11-17)
– Juan proclamaba: Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo. Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco. (Marcos 1,7-11)
– Al día siguiente, Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel. Y Juan dio testimonio diciendo: He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo le he visto y doy testimonio de que ése es el Elegido de Dios. (Juan 1,29-34)
– He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones. (Isaías 42,1)
– Haré público el decreto de Yahvé: Él me ha dicho: Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado.
Si me lo pides, te daré en herencia las naciones, en propiedad la inmensidad de la tierra. (Salmo 2,7-8)
– Él me invocará: ¡Padre mío, mi Dios, mi Roca salvadora! Y yo lo nombraré mi primogénito, altísimo entre los reyes de la tierra. (Salmo 89,27)
– Escuchen, reyes, y entiendan. Aprendan, gobernantes de los confines de la tierra. Estén atentos los que dominan multitudes y presumen de tener muchos pueblos. Pues recibieron el poder del Señor y la soberanía del Altísimo; él investigará sus acciones y examinará sus proyectos. (Sabiduría 6,1-3)
– También nosotros les anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito en los salmos: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. (Hechos 13,32-33)
– En efecto, ¿a qué ángel dijo alguna vez: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy; y también: Yo seré para él un padre, ¿y él será para mí un hijo? Y nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios. (Hebreos 1,5-6)
– De igual modo, tampoco Cristo se atribuyó el honor de ser sumo sacerdote, sino que lo recibió de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para la eternidad, a la manera de Melquisedec. El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, por los padecimientos aprendió la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote a la manera de Melquisedec. (Hebreos 5,5-10)
– Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra. (Isaías 49,6)
– Al vencedor, al que se mantenga fiel a mis obras hasta el fin, le daré poder sobre las naciones: las regirá con cetro de hierro, como se quebrantan las piezas de arcilla. Yo también lo he recibido de mi Padre. Y le daré el Lucero del alba. (Apocalipsis 2,26-28)
Comentario
La predicación y el bautismo de Juan junto al río Jordán tuvieron una excelente acogida entre las personas que acudieron a él. A tal punto, que algunos llegaron a pensar que él era el Mesías esperado, que había venido para restablecer la soberanía de Dios en Israel. Juan se vio obligado a aclarar su situación y anunciar la llegada de alguien más poderoso que él, a través de un recurso literario simétrico: Yo con agua los bautizo, él los bautizará con Espíritu Santo y fuego. Juan Bautista es presentado como el profeta que debía preparar el camino al Señor que estaba por llegar. Él eligió la región del Jordán para llamar a una sincera conversión, a fin de alcanzar el perdón de los pecados. Su bautismo de penitencia en las aguas del río era un signo visible del cambio de vida que debía suceder al interior de las personas que lo escuchaban. Su misión consistía en anunciar que se había cumplido una etapa de la historia de la humanidad y que Dios intervendría en ella de un modo nuevo. A partir de ese momento, todos los hombres podían descubrir y experimentar la salvación que Dios ofrecía a través de Jesús. Así como el agua utilizada por Juan Bautista era un signo de purificación personal, el Espíritu y el fuego que traería Jesús representaban la presencia activa de un Dios resuelto a salvar a la humanidad.
El breve relato del bautismo de Jesús tiene tres partes: una introducción, el hecho como tal y una explicación. La introducción alude a la gran cantidad de gente que acudía a bautizarse con Juan, en cumplimiento de su misión de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto. Luego aparece el propio Jesús integrándose solidariamente al numeroso grupo y dejándose bautizar con ellos, mientras él se encontraba en oración. Finalmente, el acontecimiento es explicado a través de una manifestación celestial. Se abrió el cielo es una expresión característica de la literatura apocalíptica para referirse a la revelación, a través de una visión, de una realidad importante para la vida. En este caso, la apertura del cielo es una clara respuesta a la oración de Jesús. Aparece corporalmente el Espíritu Santo y se escucha una voz del cielo, con un mensaje significativo.
Un análisis del texto da como resultado que hay dos versiones diferentes del mensaje. Si la cita bíblica se relaciona con Isaías 42,1, tal como al parecer sucede en los evangelios de Marcos y Mateo, la versión es: Tú eres mi hijo amado, en ti me he complacido. En el primer canto del siervo de Yahvé, el acento está puesto en presentar a Jesús como el siervo del Señor, que, animado por el Espíritu y representando a la comunidad, ha venido a realizar una misión iluminadora de salvación. Su bautismo destaca su relación filial con Dios y marca el inicio de esta misión en bien del pueblo. Ahora bien, si la cita bíblica se refiere al Salmo 2,7, como parece ser el caso del evangelio de Lucas, la versión es: Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado. En este caso, el acento está puesto en la imagen de Jesús como el Mesías-Rey que viene a establecer el reino de Dios en el mundo. En el bautismo, Dios mismo lo ha consagrado rey de Israel y lo ha declarado su propio hijo. Las dos versiones no se contradicen ni se excluyen, sino que se refieren a aspectos complementarios de la identidad de Jesús, que los evangelistas querían revelar ya al comienzo de su misión.
P. Sergio Cerna, SVD