Domingo de la Sagrada Familia: 29 de diciembre 2024
Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico
Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió los doce años, subieron como de costumbre a la fiesta. Al volverse ellos pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero, al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron quedaron sorprendidos y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando. Él les dijo: Y ¿por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos, vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres. (Lucas 2,41-52)
Referencias bíblicas
– Tres veces al año me celebrarás fiesta. Guardarás la fiesta de los Ázimos. Durante siete días comerás ázimos, como te he mandado, en el tiempo señalado del mes de Abib, pues en él saliste de Egipto. Nadie se presentará delante de mí con las manos vacías. También celebrarás la fiesta de la Siega, de las primicias de tus trabajos, de lo que hayas sembrado en el campo; y la fiesta de la Recolección al final del año, cuando hayas recogido del campo los frutos de tu trabajo. Tres veces al año se presentarán tus varones delante del Señor Yahvé. (Éxodo 23,14-17)
– Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante Yahvé tu Dios, en el lugar que él elija: en la fiesta de los Ázimos, en la fiesta de las Semanas y en la fiesta de las Tiendas. Nadie se presentará ante Yahvé con las manos vacías; sino que cada cual ofrecerá el don de su mano, según la bendición que Yahvé tu Dios te haya otorgado. (Deuteronomio 16,16-17)
– El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua? Él les dijo: Vayan a la ciudad, a un tal, y díganle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. (Mateo 26,17-19)
– Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles y les dijo: Con ansia he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer; porque les digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios. Tomó luego una copa, dio gracias y dijo: Tomen esto y repártanlo entre ustedes; porque les digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios. (Lucas 22,14-18)
– Enrolló el volumen, lo devolvió al ministro y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. (Lucas 4,20-22)
– Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Los judíos, asombrados, decían: ¿Cómo entiende de letras sin haber estudiado? Jesús les respondió: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. Si alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo por mi cuenta. (Juan 7,14-17)
– Muchos entre la gente, que le habían oído decían: Este es verdaderamente el profeta. Otros decían: Este es el Cristo. Los guardias volvieron a los sumos sacerdotes y los fariseos. Éstos les dijeron: ¿Por qué no le han traído? Respondieron los guardias: Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre. Los fariseos les respondieron: ¿Ustedes también se han dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos. (Juan 7,40-41. 45-49)
– Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quiten esto de aquí. No hagan de la casa de mi Padre una casa de mercado. (Juan 2,13-16)
– Mi Padre me lo ha entregado todo, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. (Lucas 10,22)
– Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para ustedes, como mi Padre lo dispuso para mí, para que coman y beban a mi mesa en mi Reino y se sienten sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. (Lucas 22,28-30)
– Jesús le dice: Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre. Pero vete a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios. Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: He visto al Señor y que había dicho estas palabras. (Juan 20, 17-18)
– Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. (Mateo 4,3)
– Al verlo, contaron lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. (Lucas 2,17-19)
– El niño crecía y su espíritu se fortalecía y vivió en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel. (Lucas 1,80)
– Cuanto al niño Samuel, iba creciendo y haciéndose grato tanto a Yahvé como a los hombres. (1 Samuel 2,26)
– Que no te abandonen el amor y la lealtad; átalas a tu cuello, grábalas en la tablilla de tu corazón; así obtendrás estima y aceptación ante Dios y ante los hombres. (Proverbios 3,3-4)
Comentario
En el evangelio de Lucas, resultaba muy significativo que la primera intervención pública de Jesús se haya producido en el templo de Jerusalén y con motivo de la fiesta de la Pascua, cuando él había cumplido recién los doce años de edad. Las primeras palabras de Jesús pronunciadas en esa oportunidad se referían a su especial relación filial con el Padre, que estaría por encima de toda otra relación familiar o social en su futura vida. Más tarde, Jesús volvería en varias ocasiones sobre este tema, desarrollando progresivamente el profundo contenido de su título de Hijo de Dios. Mi Padre me lo ha entregado todo, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. (Lucas 10,22) Yo, por mi parte, dispongo un Reino para ustedes, como mi Padre lo dispuso para mí. (Lucas 22,29) Miren, yo voy a enviar sobre ustedes la Promesa de mi Padre. (Lucas 24,49)
Después de tres días, Jesús es encontrado, no entre los amigos y parientes de la caravana que iba en camino de regreso a casa, sino en el templo conversando con los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas, dice el texto evangélico. Más aún, los presentes estaban realmente sorprendidos por la inteligencia que Jesús demostraba en las respuestas que daba a las consultas que le hacían. Este encuentro en el templo fue un anticipo de los frecuentes encuentros posteriores que Jesús tuvo con los líderes religiosos judíos, pero que se caracterizaron habitualmente por la confrontación y la controversia. Estos desencuentros culminaron finalmente en su condena a muerte, después de la escena de la expulsión de los mercaderes del templo de Jerusalén. Jesús justificó su acción simbólica con las palabras proféticas: Mi casa será casa de oración, pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos. (Lucas 19,46)
María, la madre de Jesús, le preguntó sorprendida por el motivo de su permanencia en Jerusalén, ya que, a ella y a su padre, esto les había producido una gran preocupación. La respuesta de Jesús hizo referencia a su misión de estar en la casa o en las cosas de su Padre; el texto original permite ambas versiones. Los padres de Jesús no comprendieron el sentido de estas palabras, que ubicaban su relación con Dios por encima de los vínculos familiares. Sin embargo, de María se dice que guardaba cuidadosamente todas estas cosas en su corazón, reiterando lo ya señalado en la escena de los pastores en el pesebre de Belén. Ante la dificultad de descubrir el sentido profundo de los acontecimientos que estaban marcando su vida, María optaba por retenerlos en su conciencia y volver una y otra vez sobre ellos, con la esperanza de poder descubrir en el futuro el significado de los planes de Dios para ella y su hijo Jesús. A pesar de su opción fundamental por su Padre, Jesús regresó con sus padres a Nazaret y permaneció viviendo con ellos en su hogar. Él seguiría desarrollándose corporal y espiritualmente en ese lugar, a la espera que llegara el momento del inicio de la misión que le había encargado su Padre. Sólo en ese momento, él dejaría definitivamente su ciudad, su hogar y su grupo familiar, para transformarse en misionero itinerante.
P. Sergio Cerna, SVD