Domingo de Cristo Rey: 24 de noviembre 2024
Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el rey de los judíos? Respondió Jesús: ¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí? Pilato respondió: ¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí. Entonces Pilato le dijo: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. (Juan 18,33-37)
Referencias bíblicas
– Jesús compareció ante Pilato, quien le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Respondió Jesús: Tú lo dices. Y, mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada. Entonces le dice Pilato: ¿No oyes de cuántas cosas te acusan? Pero él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba sorprendido. Cada Fiesta, él solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran. Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás. Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: ¿A quién quieren que les suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?, pues sabía que le habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a la gente para que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Y cuando el procurador les dijo: ¿A cuál de los dos quieren que les suelte?, respondieron: ¡A Barrabás! Les dice Pilato: Y ¿qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo? Dicen todos: ¡Sea crucificado! Pero ¿qué mal ha hecho?, preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: ¡Sea crucificado! Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: Inocente soy de la sangre de este justo. Ustedes verán. Y todo el pueblo respondió: ¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado. (Mateo 27,1-2. 11-18. 20-26)
– Pilato preguntaba a Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos? Él le respondió: Sí, tú lo dices. Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. Pilato volvió a preguntarle: ¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan. Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que él estaba sorprendido. Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso. Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. Pilato les contestó: ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos? Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás. Pero Pilato les decía otra vez: Y ¿qué voy a hacer con el que llaman el rey de los judíos? La gente volvió a gritar: ¡Crucifícale! Pilato les decía: Pero ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaron con más fuerza: ¡Crucifícale! Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado. (Marcos 15,2-15)
– Ellos comenzaron a acusar a Jesús diciendo: Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo rey. Pilato le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Él le respondió: Sí, tú lo dices. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: Ningún delito encuentro en este hombre. Pero ellos insistían diciendo: Solivianta al pueblo con sus enseñanzas por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí. Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo y les dijo: Me han traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de ustedes y no he hallado en él ninguno de los delitos de que le acusan. Nada ha hecho que merezca la muerte. Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: ¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás! Éste había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. Pilato les habló de nuevo, con la intención de librar a Jesús, pero ellos seguían gritando: ¡Crucifícale, crucifícale! Por tercera vez les dijo: Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le daré un escarmiento y le soltaré. Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y arreciaban en sus gritos. Pilato sentenció que se cumpliera su demanda. Soltó, pues, al que habían pedido, al que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su deseo. (Lucas 23,2-5. 13-25)
– Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: Aquí tienen a su rey. Ellos gritaron: ¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale! Les dice Pilato: ¿A su rey voy a crucificar? Replicaron los sumos sacerdotes: No tenemos más rey que el César. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: Jesús el Nazareno, el rey de los judíos. Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: No escribas: El rey de los judíos, sino: Éste ha dicho: Yo soy rey de los judíos. Pilato respondió: Lo que he escrito, lo he escrito. (Juan 19,14-22)
– Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será derribado. Y yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. (Juan 12,31-32)
– El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. (Juan 3,35)
– Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: Si se mantienen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad y la verdad los hará libres. (Juan 8,31-32)
– Pero ustedes no creen porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. (Juan 10,26-27)
– Hijos míos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y según la verdad. En esto sabremos que somos de la verdad, y tendremos nuestra conciencia tranquila ante él, (1Juan 3,18-19)
Comentario
El relato del evangelio de Juan corresponde al juicio de Jesús ante el gobernador romano Pilato. Para el evangelista, esta parte del proceso contra Jesús es relevante. Llama la atención el ambiente calmado y distendido en que se realiza el encuentro entre ambos en el interior del palacio del gobernador, en circunstancias que en el exterior había un grupo vociferante de judíos que ya habían declarado culpable y condenado a muerte a Jesús. La figura de Pilato aparece como conciliadora y comprensiva, ya que él habría estado convencido de la inocencia de Jesús. Implícitamente, también los seguidores de Jesús son declarados inocentes por la máxima autoridad romana en Palestina. Esto era muy importante en el contexto histórico en que vivía la comunidad del evangelio de Juan.
El tema del diálogo entre Jesús y Pilato estaba relacionado con su condición de rey y con su reino. Pilato le preguntó directamente a Jesús: ¿Eres tú el rey de los judíos? Esta pregunta marcaría todo el proceso. Más adelante, Pilato dijo a los judíos: Aquí tienen a su rey. Pero, ellos gritaron: ¡Crucifícale! ¿A su rey voy a crucificar?, replicó Pilato. Y los sumos sacerdotes concluyeron: No tenemos más rey que el César. Luego, Jesús fue coronado y vestido como rey y saludado con burlas: ¡Salve, el rey de los judíos! Finalmente, Pilato redactó la inscripción de la cruz: Jesús el Nazareno, el rey de los judíos.
Sorpresivamente, en el diálogo surgió una contra pregunta de Jesús, que obligó a Pilato a reconocer a los que estaban realmente detrás del asunto: Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Desde ese momento, Jesús tomó el control de la conversación al volver sobre su título de rey. Su dignidad real no procedía de este mundo, pero se ejercía en el mundo. Anteriormente, Jesús había rechazado las pretensiones de algunos de hacerlo rey, porque ese no era el origen de su realeza. Si él hubiera tenido guardias, no se habría dejado prender sin oponer la menor resistencia. ¿Luego tú eres rey?, concluyó Pilato de lo que acaba de oír. Tú acabas de decirlo: yo soy rey, fue la respuesta de Jesús, poniendo en boca de su juez una confesión de su condición de Mesías. Y como si Pilato se hubiera transformado en un discípulo, Jesús le explicó el significado de su realeza. Él había venido a este mundo con la misión de dar testimonio de la verdad. Él debía dar testimonio, con palabras y signos, de la verdadera realidad de Dios, es decir, del amor de Dios como don gratuito para todos los hombres. Todo el que se ubicaba en la perspectiva de Dios en su vida, escuchaba la voz de Jesús.
Hay otros textos del evangelio de Juan, que se refieren a la realeza de Jesús. El Padre había decidido poner todo en las manos de su Hijo, es decir, le había entregado poder sobre todo lo existente; este era el fundamento de su realeza. (3,35) Cuando él fuera elevado de la tierra en la cruz, inauguraría el reino de Dios, atraería a todos hacia él y el reino del mal empezaría a llegar a su fin (12,31-32). Entretanto, al escuchar su palabra, los discípulos conocerían la verdad que los haría libres (8,31-32). Sólo las ovejas que reconocían su realeza creían en él y escuchaban su voz; él las conocía y ellas lo seguían (10,26-27).
P. Sergio Cerna, SVD