Domingo 33° del año: 17 de noviembre 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprendan esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, saben que el verano está cerca. Así también ustedes, cuando vean que sucede esto, sepan que Él está cerca, a las puertas. Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. (Marcos 13,24-32)

Referencias bíblicas

– Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro. (Mateo 24,29-31)

– Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de la gente, trastornada por el estruendo del mar y de las olas. Los hombres se quedarán sin aliento por el terror y la ansiedad ante las cosas que se abatirán sobre el mundo, porque las fuerzas de los cielos se tambalearán. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su liberación. (Lucas 21,25-28)

– Yo seguía mirando, y en la visión nocturna vi venir sobre las nubes del cielo alguien parecido a un ser humano, que se dirigió hacia el anciano y fue presentado ante él. Le dieron poder, honor y reino y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno y nunca pasará, y su reino no será destruido. (Daniel 7,13-14)

– Jesús le dice: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. (Mateo 8,20)

– Y yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. Decía esto para significar de qué muerte iba a morir. La gente le respondió: Nosotros sabemos por la Ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo dices tú que es preciso que el Hijo del hombre sea elevado? ¿Quién es ese Hijo del hombre? (Juan 12, 32-34)

– Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y al volverme, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros como a un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, ceñido al talle con un ceñidor de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos como llama de fuego; sus pies parecían de metal precioso acrisolado en el horno; su voz como voz de grandes aguas. Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza. (Apocalipsis 1,12-16)

– Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo: Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la diestra de Dios. (Hechos 7,55-56)

– Yahvé tu Dios cambiará tu suerte, tendrá piedad de ti, y te reunirá de nuevo de en medio de todos los pueblos por los que Yahvé tu Dios te haya dispersado. Aunque tus desterrados estén en el extremo de los cielos, de allí mismo te recogerá Yahvé tu Dios y vendrá a buscarte. (Deuteronomio 30,3-4)

– ¡Hala, venga, huyan del país del Norte -oráculo de Yahvé-, ya que a los cuatro vientos del cielo yo los esparcí! -oráculo de Yahvé- ¡Hala, sálvate, Sión, tú que moras en Babilonia!

Pues así dice Yahvé Sebaot que tras la gloria me ha enviado a las naciones que los despojaron: El que los toca a ustedes toca a la niña de mis ojos. Voy a alzar mi mano contra ellas, y serán despojo de sus propios vasallos. Sabrán así que Yahvé Sebaot me ha enviado. Grita de gozo y alborozo, Sión capital, pues vengo a morar dentro de ti, oráculo de Yahvé. Aquel día se unirán a Yahvé numerosas naciones: serán un pueblo para mí, y yo moraré en medio de ti. Sabrás así que Yahvé Sebaot me ha enviado a ti. Poseerá Yahvé a Judá como su lote en la Tierra Santa, y elegirá de nuevo a Jerusalén. ¡Silencio, todo el mundo, ante Yahvé, pues se despierta en su santa Morada! (Zacarías 2,10-17)

– De la higuera aprendan esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, saben que el verano está cerca. Así también ustedes, cuando vean todo esto, sepan que Él está cerca, a las puertas. Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre. (Mateo 24,32-36)

– Les añadió una parábola: Miren la higuera y todos los demás árboles. Cuando ven que echan brotes, saben que el verano está ya cerca. Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca. Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. (Lucas 21,29-33)

–  Alcen al cielo sus ojos y miren la tierra por abajo: ¡Cómo el cielo cual humo se disipa, y la tierra cual ropa se desgasta; sus moradores como mosquitos mueren! Pero mi salvación para siempre será, mi obra de justicia no se frustrará. (Isaías 51,6)

– Les decía también: Yo les aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios. (Marcos 9,1)

– Pues de verdad les digo que hay algunos, entre los aquí presentes, que no gustarán la muerte hasta que vean el Reino de Dios. (Lucas 9,27)

Comentario

El relato del evangelio de Marcos forma parte de un discurso escatológico más amplio que, en un característico lenguaje profético y apocalíptico, se refiere tanto al fin del templo y del culto judío como también al fin de la historia. A la luz de ambos acontecimientos, la comunidad cristiana, representada por los cuatro primeros discípulos de Jesús, debía orientarse en el período histórico en el cual le había correspondido cumplir la misión encargada por el mismo Jesús. Si Jesús estaba a punto de culminar su vida en la cruz, la comunidad debía estar dispuesta a seguir fielmente a su maestro, en las difíciles circunstancias que le correspondería desarrollar su misión. Para lograr esto, ella tenía que estar atenta y vigilante a los signos de los tiempos que se presentasen y asumir con valentía las consecuencias del seguimiento de Jesús.

En el centro del discurso se encuentra el anuncio de la venida del Hijo del hombre. Este anuncio es precedido de extraordinarios signos en el cielo y en la tierra, que son característicos del lenguaje profético-apocalíptico, para referirse a las intervenciones salvadoras de Dios en la historia. Esta dimensión cósmica quería anunciar el comienzo de una nueva época, el poder real de Dios, la importancia de lo que estaba sucediendo y el destino común del hombre y del universo. En estas circunstancias, el Hijo del hombre vendría con todo el poder que le daba su participación en la vida de Dios, para liberar a la comunidad cristiana del dolor, de la angustia y de la tribulación que la había afectado. Además, él vendría para convocar, desde todos los pueblos de la tierra, a los que habían permanecido fieles al proyecto de Dios para el mundo y la historia. En torno al Hijo del hombre glorioso que descendía del cielo, se configuraría una nueva y definitiva comunidad de los creyentes en Dios.  

Los cuatro discípulos habían preguntado a Jesús sobre el cuándo y las circunstancias de la destrucción del templo y del fin de la historia, como resultado de lo anterior. La respuesta de Jesús se encuentra en la parábola de la higuera, seguida de tres sentencias explicativas. Ya anteriormente, el evangelio de Marcos había ofrecido la comparación de una higuera con un frondoso follaje, pero sin frutos, que terminaba secándose; era una imagen de la esterilidad de las abundantes actividades del templo de Jerusalén. Ahora, la visión es más positiva, pues los numerosos brotes de una higuera sana y vigorosa eran un anticipo de la llegada del verano, la época de una abundante cosecha. Muchas personas de otros pueblos aceptarían el mensaje de Jesús y el reino de Dios se establecería entre ellos. Este acontecimiento sería una señal de la cercanía y la presencia de Jesús. La solemne expresión: Yo les aseguro, introduce las tres sentencias que siguen. La destrucción de Jerusalén y el ingreso de los paganos al reino se cumplirían en aquella misma generación. Lo anterior estaba avalado por la palabra del propio Jesús. Sin embargo, había que aceptar el desconocimiento del momento exacto, que estaba sólo en la mente de Dios. Pero, lo importante era que cada discípulo estuviese preparado para su entrega personal a Dios, en el momento y las circunstancias en que ella se presentase.

P. Sergio Cerna, SVD