Domingo 25° del año: 22 de septiembre 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Y Jesús saliendo de allí, iba caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará. Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntaba: ¿De qué discutían por el camino? Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos. Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado. (Marcos 9,30-37)

Referencias bíblicas

– Yendo juntos un día por Galilea, les dijo Jesús: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará. Y se entristecieron mucho. (Mateo 17,22-23)

– Estando todos maravillados por todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: Pongan en sus oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado su sentido de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto. (Lucas 9,43-45)

– Después de esto, Jesús andaba por Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. (Juan 7,1)

– Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían. (Marcos 1,34)

– Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. (Marcos 8,31)

– Y les dice: ¿No entienden esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderán todas las otras parábolas? (Marcos 4,13)

 – Ustedes saben lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. De esto todos los profetas dan testimonio: que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados. (Hechos 10,37-43)

– En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: ¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos? Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: Yo les aseguro: si no cambian y se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. (Mateo 8,1-5)

– Se suscitó una discusión entre ellos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre ustedes, ése es mayor. (Lucas 9,46-48)

– Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido. (Marcos 7,24)

– Quien a ustedes recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. (Mateo 10,40)

Comentario

En el evangelio de Marcos, hay un segundo anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. El contenido era casi el mismo del primer anuncio: El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará. Pero, el contexto tenía matices especiales. En primer lugar, Jesús quería estar solo con sus discípulos para tratar este delicado tema. Luego, él les anunció que sería entregado a la violencia de los hombres. El resultado fue que, los discípulos no entendieron nada de lo que Jesús les había dicho, pero les daba temor hacerle alguna pregunta sobre el particular. Los discípulos tendrían que hacer aún un largo recorrido para descubrir la verdadera identidad de Jesús, como Mesías y Salvador. Pero, la escena que viene a continuación reflejaba, más claramente todavía, la situación real en la que se encontraban los discípulos. Ellos acompañaban externamente a Jesús, pero su mente y su corazón estaban muy lejos de él.

Al llegar a Cafarnaún, Jesús preguntó a los discípulos sobre el tema que habían discutido en el camino. La pregunta era retórica, pues Jesús seguramente había escuchado algo de la conversación que habían sostenido sobre quién de ellos era el más importante entre los discípulos. Esta vez, el temor de los discípulos se transformó en vergüenza y no se atrevieron a responder a la pregunta de Jesús. Sin mayores preámbulos, Jesús inició una enseñanza sobre la actitud de servicio, como elemento distintivo del verdadero discípulo. La instrucción sobre el seguimiento tenía dos partes, expresadas a través de dos sentencias de sabiduría. Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos. El afán de poder y superioridad debía ser reemplazado por una verdadera actitud de servicio, es decir, una auténtica preocupación por el bienestar de las demás personas. Esto era lo que transformaba a alguien en verdaderamente importante. La segunda sentencia era una explicación de la anterior: El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado. Jesús resaltaba la figura de un niño, como símbolo concreto de lo que acababa de señalar. El niño era frágil, dependiente e indefenso. La persona que se ubicaba en esta perspectiva estaba reconociendo su real situación de pobreza y necesidad. Por este motivo, estaba en condición de superar sus limitaciones y de ayudar a otros a realizar lo mismo. Por lo demás, esta fue la misma actitud que asumió Dios al encarnarse en la debilidad humana y desde ella tratar de salvar a toda la humanidad.

P- Sergio Cerna, SVD