«Dios camina con su pueblo», escribió el Papa Francisco en su mensaje para la 110a Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado de este año, que se celebra en la Iglesia todos los años el último domingo de septiembre. Los migrantes en Chile pueden decir, siguiendo al Papa, que «Dios no sólo camina con su pueblo, sino también en su pueblo».

Desde 1968, misioneros de la Congregación de San Carlos Borromeo trabajan en Santiago, dirigiendo aquí la parroquia de Nuestra Señora de Pompeya. Al principio era una parroquia destinada principalmente a los inmigrantes italianos del cercano barrio italiano. Hoy, los misioneros scalabrinianos dirigen una parroquia que es ampliamente conocida en la capital chilena como una parroquia para inmigrantes. José

Misioneros en las fronteras

— Trabajamos en las capitales, los puertos y las ciudades fronterizas, dondequiera que lleguen y pasen migrantes — explica el padre Marcos M. Bubnik CS, párroco, brasileño de origen polaco. La segunda parroquia de los misioneros fundados por San Juan Bautista Scalarbini está en Arica, cerca de la frontera con Perú. También hay una casa de acogida para inmigrantes con dificultades.

— Nuestro trabajo se basa en tres niveles: asistencia para legalizar la residencia, asistencia social y atención pastoral — añade el padre Bubnik. La primera casa de acogida para emigrantes se creó a fines de los años 1990 en Santiago. Los scalabrinianos lo abrieron para migrantes procedentes de Perú, especialmente para mujeres embarazadas y en situación difícil. En la actualidad, el padre Jean Gaby Louis CS, que es haitiano, se encarga del trabajo social entre los migrantes en Santiago.

— Todos los días de la semana, migrantes de distintos países acuden a nosotros para que les ayudemos con sus documentos. Entre 40 y 60 personas al día. La mayoría de migrantes de Venezuela, pero también de Bolivia y Perú — explica el párroco de la parroquia latinoamericana, creada en 2003 en respuesta a la instrucción Erga migrants caritas Christi. Se trata de un documento del entonces Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, que recomendaba ofrecer una atención pastoral especial a las personas en movimiento.

«Asimismo, en los emigrantes de nuestro tiempo, como en los emigrantes de todas las épocas, es posible ver una imagen viva del Pueblo de Dios en camino hacia la patria eterna», escribe el Papa Francisco en el mensaje de este año. Todos los migrantes son vistos por la Iglesia como personas que están en camino hacia un destino particular. El Papa Francisco considera los movimientos migratorios en el mundo como un desafío desde el punto de vista espiritual, no sólo político o social.

La Iglesia Católica en Chile lleva 65 años apoyando a las personas que migran y necesitan integración. Así nació aquí el Instituto Católico Chileno de Migración (INCAMI), que hoy dirige el padre Lauro Bocchi C.S, misionero brasileño de origen italiano. El INCAMI cuenta hoy con oficinas en todas las diócesis, donde asesora a los migrantes en materia de legalización de documentos, formación y búsqueda de empleo. Chile es hoy un país de destino para muchos emigrantes. El mayor número de emigrantes procede de Venezuela, con 480.000 viviendo aquí oficialmente y quizás 200.000 más en términos reales.

Santos migrantes

El fundador de la Congregación de San Carlos Borromeo tiene mucho en común con San Arnoldo Janssen, fundador de la Congregación del Verbo Divino. Ambos santos vivieron en una época de grandes movimientos migratorios. San Scalabrini, al ver la oleada masiva de emigración de italianos a América, se dio cuenta de que el contacto con la cultura y las tradiciones nativas y la educación cristiana les ayudarían a sobrevivir mejor sus primeros años en tierra extranjera. Empezó a rondarle por la cabeza la idea de tener que acompañar a los emigrantes italianos por el mundo.

En aquella época, América Latina era el destino de muchos emigrantes, entre ellos alemanes y rusos de habla alemana. En el siglo XIX, la situación pastoral en América Latina era mala. Había muy pocos sacerdotes y religiosos para el gran número de católicos que llegaban allí. Esta situación preocupaba mucho al P. Janssen, pues se daba cuenta de que corrían un grave peligro de perder la fe.

En sus notas personales de 1906, escribió: «Además, hay muchos países católicos que han caído en el neopaganismo. Como no podemos trabajar en todas partes, debemos ver 1. Dónde es más necesario el trabajo, 2. Donde podemos cosechar más frutos. Entre estos últimos están sin duda… Brasil, Argentina y Chile».

En la actualidad, los misioneros verbitas en Chile ya no trabajan con emigrantes alemanes. En Santiago, dirigen desde 1977 su fundación privada El Carmen, que responde a la necesidad social de hombres y mujeres de realizarse a través de un programa de formación integral que facilita su acceso al mercado laboral en diversas áreas. El padre Gino Jiménez SVD, director de la fundación y antiguo misionero en Ghana, afirma que el programa, destinado en un principio a chilenos, se dirige ahora al 50% de los inmigrantes sudamericanos.

Personas en movimiento

Hace dos años, el Papa Francisco escribió en un mensaje que «la contribución de los migrantes y refugiados es fundamental para el crecimiento social y económico de nuestras sociedades». Sin embargo, esta no es la razón por la que la Iglesia acompaña a los migrantes. La razón perenne del movimiento de personas es la búsqueda de mejores condiciones de vida. La valoración de estas condiciones, sin embargo, depende siempre de la evaluación subjetiva de los emigrantes que toman la decisión de cambiar de lugar de residencia o de trabajo.

Hace un año, en un mensaje titulado «Libres para elegir: emigrar o quedarse», el Papa Francisco escribió que todos tienen derecho a emigrar, pero al mismo tiempo subrayó que nadie debe ser obligado a hacerlo. Tampoco se debe obligar a nadie a acoger a los emigrantes. La tarea de la Iglesia es crear un espacio de libertad en el que las personas puedan elegir libremente dónde y cómo seguir la vocación de su vida.

La instrucción Erga migrantes caritas Christi, a la que se refiere indirectamente el Papa en el mensaje de este año, subraya que la Iglesia, como Pueblo de Dios peregrino, está llamada a construir una nueva historia junto con los migrantes. La construcción de una nueva realidad así entendida debe ser siempre don de la libertad humana y fruto de la misericordia manifestada hacia los necesitados. «Es un momento marcado por la salvación — escribe el Papa Francisco a modo de conclusión — porque en la hermana o el hermano necesitado de nuestra ayuda está presente Jesús. En este sentido, los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro del Señor.»

P. Jacek Gniadek, SVD

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El artículo fue publicado en polaco en la revista «Misjonarz» ​​​​9/2024, págs. 24-25.