Domingo 21° del año: 25 de agosto 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo? Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: ¿Esto les escandaliza? ¿Y cuando vean al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: Por esto les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: ¿También ustedes quieren marcharse? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios. (Juan 6,60-69)

Referencias bíblicas

– En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. (Juan 3,11)

– Le dice Natanael: ¿De qué me conoces? Le respondió Jesús: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. (Juan 1,48)

Jesús le dice: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. (Mateo 8,20)

– Y yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. (Juan 12,32)

– Luego dice a Tomás: Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. (Juan 20,27)

– En efecto, así es como dice la Escritura: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida. (1 Corintios 15,45)

– El cual nos capacitó para ser ministros de una nueva alianza, no de la letra, sino del Espíritu, pues la letra mata mas el Espíritu da vida. (2 Corintios 3,6)

– Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí. (Juan 12,49-50)

– Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo. (Juan 1,33)

– Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, se los enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho. (Juan 14,26)

– Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. (Juan 6,44)

– Él les dice: Y ustedes ¿quién dicen que soy yo? Simón Pedro contestó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. (Mateo 16,15-16)

– Te humilló y te hizo pasar hambre, y después te alimentó con el maná que ni tú conocías ni habían conocido tus padres, para hacerte saber que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahvé. (Deuteronomio 8,3)

– Éste es el que, en la asamblea del desierto, estuvo con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres; el que recibió palabras de vida para comunicárnoslas. (Hechos 7,38)

– Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidieron que les dejaran en libertad a un asesino. (Hechos 3,14)

– No me refiero a todos ustedes; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. (Juan 13,18)

– Durante la cena, el diablo ya había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: Lo que vas a hacer, hazlo pronto. (Juan 13,2.27)

Comentario

El texto evangélico de hoy es la culminación del discurso del pan de vida, que se encuentra en el capítulo seis del evangelio de Juan. En la escena inicial, aparecían los discípulos de Jesús criticando severamente a su maestro por la enseñanza que habían recibido sobre el pan de vida. Entre ellos, habían comentado que esa doctrina era realmente inaceptable. El relato señalaba que, desde entonces, muchos discípulos se arrepintieron, abandonaron a Jesús y dejaron de acompañarle en sus actividades. La historia había comenzado promisoriamente con el signo de la multiplicación de los panes, que había despertado mucho entusiasmo y admiración entre la gente que estaba presente en el acontecimiento. Incluso llegaron a pedirle a Jesús: Danos siempre de ese pan. Pero, la gente se quedó en la espectacularidad externa del milagro y no fue capaz de ver el signo misterioso que había detrás de él. Tampoco fue capaz de descubrir plenamente a la persona de Jesús, limitándose a considerarlo simplemente como el profeta de Nazaret, que ellos conocían como el hijo de José. Esta actitud les impidió llegar a tener una auténtica fe en Jesús y encontrar la verdadera relación de él con su Padre del cielo.

Sin embargo, el problema se complicó hasta el infinito, cuando Jesús continuó su enseñanza, señalando que él era el pan del cielo que su Padre ofrecía para la vida del mundo y que quien participara de ese pan viviría para siempre. Jesús fue más específico y provocativo aún, al agregar que se trataba realmente de comer su carne y beber su sangre para conseguir la vida verdadera. Esto terminó por colmar la paciencia de los oyentes, con el resultado práctico que todos conocemos; ellos no estaban dispuestos a seguir acompañando a Jesús.

Después del abandono de muchos de los discípulos de Jesús, escandalizados por su enseñanza sobre el pan de vida, Jesús se dirigió a los doce apóstoles y les preguntó si ellos también querían dejarlo. Simón Pedro le respondió en nombre de sus compañeros: Señor, ¿a dónde quieres que vayamos? Tú tienes palabras de vida eterna, nosotros creemos en ti y sabemos que tú eres el Santo de Dios. En un acto de fe total y de confianza absoluta, Pedro reconocía que ellos habían comprendido, tanto como los otros discípulos, el discurso sobre el pan de vida, pero que, a pesar de todo, confiaban plenamente en la persona de Jesús y estaban seguros de que su opción era la verdadera.

P. Sergio Cerna, SVD