Domingo 20° del año: 18 de agosto 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo. Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre. Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaún. (Juan 6,51-59)

Referencias bíblicas

– Y dijo Yahvé Dios: ¡Resulta que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre. Y lo echó Yahvé Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Tras expulsar al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida. (Génesis 3,22-23)

– Es árbol de vida para los que se aferran a ella, felices los que la retienen. (Proverbios 3,18)

– Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. (Juan 6,37-38)

– Tomó luego pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Éste es mi cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en recuerdo mío. (Lucas 22,19)

– El Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan, dando gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía. (1 Corintios 11,23-24)

– Replicando Jesús le dijo: Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. (Mateo 16,17)

– Les digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorrupción. (1 Corintios 15,50)

– Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en el aire. (Efesios 6,12)

– Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1,14)

– Jesús le dice: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. (Mateo 8,20)

– Permanezcan en mí, como yo en ustedes. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada. (Juan 15,4-5)

– Lo que oyeron desde el principio permanezca en ustedes. Si permanece en ustedes lo que oyeron desde el principio, también ustedes permanecerán en el Hijo y en el Padre, y esta es la promesa que él mismo les hizo: la vida eterna. (1 Juan 2,24-25)

– Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo. (Juan 5,26)

Comentario

En el contexto del discurso del pan de vida del evangelio de Juan, Jesús repitió lo que ya había anunciado anteriormente: Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre. Sin embargo, Jesús tenía que agregar ahora una nueva dimensión: El pan que yo les voy a dar, es mi carne para la vida del mundo. Si los anuncios anteriores ya habían provocado serios cuestionamientos a Jesús entre los auditores, el anuncio de que ese pan era su carne dada para la vida del mundo, produjo una polémica más fuerte aún. La pregunta que surgió entre los oyentes era muy concreta: ¿Cómo puede éste darnos a comer su propia carne?

La respuesta de Jesús ante esta inquietud, lejos de suavizar el problema de comer su carne, lo radicalizó aún más, al agregarle la nueva y polémica dimensión del beber su sangre. Jesús les dijo: Si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.

Las expresiones utilizadas por el evangelista Juan para referirse a la eucaristía son intencionalmente muy concretas. Si en el discurso del pan de vida el acento estaba puesto en la aceptación de Jesús por la fe para obtener nueva vida, en el discurso eucarístico el acento está puesto en la íntima relación que se produce como resultado de lo anterior. Para participar en la nueva vida anunciada por Jesús, era necesario comer la carne y beber la sangre del Hijo del hombre. La expresión carne estaba íntimamente relacionada con el anuncio del prólogo de Juan de que el Verbo se hizo carne, es decir, de que asumió plenamente nuestra humanidad. Por otra parte, la expresión sangre estaba relacionada con las consecuencias salvadoras de la muerte y resurrección de Jesús. El comer la carne y el beber la sangre producía el efecto de conseguir la verdadera vida, caracterizada por una unión tan íntima con Jesús, que nos llevaba a vivir en él y él en nosotros. Esta recíproca permanencia de Jesús en los discípulos constituía la esencia misma de la vida cristiana.

P. Sergio Cerna, SVD