Domingo 19° del año: 11 de agosto 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo. Y decían: ¿No es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo? Jesús les respondió: No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad les digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo. (Juan 6,41-51)

Referencias bíblicas

– Viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: ¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto? Y se escandalizaban a causa de él. (Mateo 13,54-57)

– Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: ¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es esta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros? Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio. (Marcos 6,1-4)

– Replicando Jesús le dijo: Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. (Mateo 16,17)

– Todos tus hijos serán discípulos de Yahvé, y será grande la dicha de ellos. (Isaías 54,13)

– Sino que ésta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días, oráculo de Yahvé: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: Conozcan a Yahvé, pues todos ellos me conocerán, del más chico al más grande, oráculo de Yahvé, cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme. (Jeremías 31,33-34)

– Y en cuanto a ustedes, la unción que de él han recibido permanece en ustedes y no necesitan que nadie les enseñe. (1 Juan 2,27)

– Pero mi rostro no podrás verlo, porque nadie puede verme y seguir con vida. (Éxodo 33,20)

– A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado. (Juan 1,18)

– A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios mora en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a la perfección. (1 Juan 4,12)

– Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado. (Juan 7,29)

– Todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no fue del agrado de Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. (1 Corintios 10,3-5)

– En verdad, en verdad les digo: si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte jamás. (Juan 8,51)

– Tomó luego pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Éste es mi cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en recuerdo mío. (Lucas 22,19)

– El Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan, dando gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía. (1 Corintios 11,23-24)

Comentario

En el discurso del pan de vida del evangelio de Juan, llamaba profundamente la atención la permanente falta de fe en Jesús de parte de sus oyentes. En la presente sección del evangelio de Juan, aparecía como motivo principal del rechazo a Jesús la solemne afirmación que había hecho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo. Los adversarios de Jesús traían como argumento para su incredulidad, del hecho que ellos conocían muy bien el origen humano de Jesús. Este es Jesús, el hijo de José. Nosotros conocemos bien a su padre y a su madre. ¿Cómo se atreve a decir que ha bajado del cielo?  De este modo, el evangelista Juan había ubicado la falta de fe del pueblo en el contexto del discurso del pan de vida, mientras los evangelios sinópticos habían ubicado esta situación en la primera intervención de Jesús en la sinagoga de Nazaret, con el consiguiente rechazo de sus propios compatriotas.

Sin embargo, en ambas situaciones presentadas en los evangelios el argumento esgrimido para rechazar a Jesús era exactamente el mismo. Las personas habían escuchado la enseñanza de Jesús, habían visto sus obras milagrosas y estaban realmente sorprendidas por todo lo que sucedía, pero había algo que no les calzaba. A Jesús lo conocían muy bien desde pequeño y ellos se negaban a descubrir en él una dimensión nueva y misteriosa. Simplemente, Jesús no calificaba como candidato para estar haciendo todo lo que hacía y para llegar a ser lo que él pretendía ser. La incapacidad de los oyentes para comprender el significado más profundo de los acontecimientos en torno a Jesús les impedía llegar a tener una fe verdadera en él. El fondo del problema estaba en que no habían sido capaces de descubrir la acción de Dios, en lo que estaba sucediendo, según ellos, a nivel puramente humano. No se podían imaginar que Dios estuviera interviniendo en el mundo y en la vida de los hombres en la forma como lo hacía Jesús.

En su respuesta a este problema, Jesús destacó especialmente su relación personal con el Padre. Él había sido enviado por su Padre, para anunciar a todos los hombres los proyectos que Dios tenía para el mundo y la humanidad. El que cree ya tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Esto significaba que el que creía en Jesús, ya había pasado de la muerte a la vida y se había ubicado en una nueva dimensión de la existencia humana. Jesús concluyó su enseñanza con las palabras: Yo soy el pan de vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.

P. Sergio Cerna, SVD