Domingo 11° del año: 16 de junio 2024
Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico
Jesús decía: El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega. Decía también: ¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra. Y les anunciaba la palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado. (Marcos 4,26-34)
Referencias bíblicas
– Tengan, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor. Miren: el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías. Tengan también ustedes paciencia; fortalezcan sus corazones porque la Venida del Señor está cerca. (Santiago 5,7-8)
– Metan la hoz, porque la mies está madura; vengan a pisar, que el lagar está lleno y las tinajas rebosan: tantos son sus delitos. (Joel 4,13)
– Luego salió del Santuario otro ángel gritando con fuerte voz al que estaba sentado en la nube: Mete tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de segar; la mies de la tierra está madura. Y el que estaba sentado en la nube metió su hoz en la tierra y quedó segada la tierra. (Apocalipsis 14,15-16)
– Otra parábola les propuso: El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas. (Mateo 13,31-32)
– Decía, pues: ¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su huerto; creció hasta hacerse árbol y las aves del cielo anidaron en sus ramas. (Lucas 13,18-19)
– En la alta montaña de Israel lo plantaré. Echará ramaje y producirá fruto, y se hará un cedro magnífico. Debajo de él habitarán toda clase de pájaros; toda clase de aves morarán a la sombra de sus ramas. (Ezequiel 17,23)
– En sus ramas anidaban todos los pájaros del cielo; bajo su fronda parían todas las bestias del campo; a su sombra se instalaban naciones numerosas. (Ezequiel 31,6)
– Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Abriré con parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo. (Mateo 13,3-35)
Comentario
En el capítulo cuarto de su evangelio, el evangelista Marcos nos presentaba a Jesús enseñando, al pueblo que lo escuchaba, a través de parábolas. Jesús ofrecía su mensaje a través del lenguaje figurado e indirecto de las parábolas, que invitaba a los oyentes a reflexionar, a fin de comprender adecuadamente la relación entre esa enseñanza y su propia vida. Llama especialmente la atención en el texto, la observación de que Jesús anunciaba su mensaje acomodándose a la capacidad de comprensión de sus oyentes. Algunos comprenderían y aceptarían el mensaje de Jesús, otros lo rechazarían por incomprensible y por inoperante. Sin embargo, el texto destacaba que, a los discípulos, Jesús explicaba todo en privado. Por su cercanía a Jesús, ellos tenían la posibilidad de establecer un diálogo mucho más personal con el maestro y preguntarle lo que no lograban entender. A pesar de todo, sabemos que, incluso para los discípulos, los resultados de esta enseñanza personalizada fueron muy limitados. El mensaje de Jesús contenía un misterio tan profundo, que exigía de todos los oyentes una actitud de apertura muy especial y un considerable esfuerzo para un cambio personal. Y no todos estaban dispuestos a dar este paso.
El relato evangélico era la conclusión del discurso parabólico sobre el reino de Dios del evangelio de Marcos. Constaba de dos parábolas y una conclusión. Las dos parábolas se parecían en varios aspectos, sin embargo, sus objetivos eran completamente diferentes: la primera parábola estaba centrada en el desarrollo autónomo de la semilla que caía en la tierra, mientras que la segunda, ponía el acento en el estado inicial de la semilla en comparación con el resultado final. La conclusión se refería a la enseñanza de Jesús a través de las parábolas, que estaban tomadas desde la experiencia diaria de la gente.
La primera parábola era la del grano de trigo que germinaba por sí solo y como resultado de la fuerza vital que se encontraba en su interior. Con el reino de Dios sucedía algo similar. La palabra de Dios había sido ya depositada como semilla en el mundo y tenía la fuerza interior para desarrollarse, crecer y madurar, hasta alcanzar la plenitud y dar abundantes frutos. Este era un proceso irreversible, pues tenía la garantía del mismo Dios. Esta era también una invitación a confiar en Dios y a superar con mucha esperanza todas las dificultades. La segunda parábola era la del pequeño grano de mostaza. Aquí el acento estaba puesto en el tremendo contraste entre la pequeñez inicial de la semilla y el resultado final extraordinario. Nada había en la vida humana que debía ser despreciado por insignificante. En lo simple y lo sencillo de la vida cotidiana, podía encontrarse la vida plena prometida por Jesús a sus seguidores, quienes debían creer confiadamente en la tremenda fuerza interior del reino de Dios. Esta era una invitación a descubrir la misteriosa presencia del reino de Dios en el mundo.
P. Sergio Cerna, SVD