Domingo 13° durante el año: 2 de julio 2023

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. Quien a ustedes acoge, a mí me acoge, y quien me acoge a mí, acoge a Aquel que me ha enviado. Quien acoja a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien acoja a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, les aseguro que no perderá su recompensa. (Mateo 10,37-42)

Referencias bíblicas

– Caminaba con él mucha gente y, volviéndose, les dijo: Si alguno viene junto a mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. (Lucas 24,25-27)

– Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? (Mateo 16,24-26)

– Llamando a la gente, a la vez que a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? (Marcos 8,34-36)

– Decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? (Lucas 9,23-25)

– Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. (Lucas 17,33)

– El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. (Juan 12,25)

– Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. (Mateo 18,5)

– Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado. (Marcos 9,36-37)

– Se suscitó una discusión entre ellos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre ustedes, ése es mayor.  (Lucas 9,46-48)

– Quien a ustedes escucha, a mí me escucha; y quien a ustedes rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado. (Lucas 10,16)

– Jesús gritó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. (Juan 12,44-45)

– En verdad, en verdad les digo: quien acoja al que yo envíe, me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a aquel que me ha enviado. (Juan 13,20)

– La palabra de Yahvé llegó a Elías diciendo: Álzate, vete a Sarepta de Sidón y establécete allí, pues he ordenado a una mujer viuda de allí que te suministre alimento. Se alzó y fue a Sarepta. Entraba en la puerta de la ciudad cuando una mujer viuda estaba allí recogiendo leña. Elías la llamó y le dijo: Tráeme, por favor, un poco de agua en el jarro y beberé. Ella fue a traérsela, pero le gritó: Tráeme, por favor, en tu mano un trozo de pan. Ella respondió: Vive Yahvé, tu Dios, que no me queda pan cocido; sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la aceitera. Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos. Pero Elías le dijo: No temas. Entra y haz como has dicho, pero primero haz con él para mí una pequeña torta y tráemela. Para ti y tu hijo la harás después. Porque así dice Yahvé, Dios de Israel: El cántaro de harina no quedará vacío, la aceitera de aceite no se agotará, hasta el día en que Yahvé conceda lluvia sobre la superficie de la tierra. Ella se fue e hizo según la palabra de Elías, y comieron él y ella y su familia. Por mucho tiempo el cántaro de harina no quedó vacío y la aceitera de aceite no se agotó, según la palabra que Yahvé había dicho por boca de Elías. (1 Reyes 4,7-15)

– Cuando Jezabel exterminó a los profetas de Yahvé, Abdías había tomado a cien de ellos y los había ocultado en una cueva, en dos grupos de cincuenta, alimentándolos con pan y agua. (1 Reyes 18,4)

– Eliseo pasó un día por Sunén, donde vivía una mujer principal que le porfió a que se quedara a comer. Desde entonces, cada vez que pasaba, se detenía allí a comer. Ella dijo a su marido: Estoy segura de que es un santo hombre de Dios, que pasa siempre junto a nosotros. Construyamos en la terraza una pequeña habitación y pondremos allí para él una cama, una mesa, una silla y una lámpara, para que, cuando venga junto a nosotros, pueda retirarse allí arriba. Llegó el día en el que Eliseo se acercó por allí y se retiró a la habitación de arriba, donde se acostó. Él dijo a Guejazí, su criado: Llama a esta sunamita. Éste la llamó y ella se quedó de pie ante él. Eliseo dijo a su criado: Dile: Te has tomado todas estas molestias por nosotros, ¿qué podemos hacer por ti?, ¿hemos de hablar en tu favor al rey o al jefe del ejército? Ella respondió: Yo vivo tranquila entre las gentes de mi pueblo. Él dijo: ¿Qué podemos hacer entonces por ella? Guejazí respondió: Por desgracia ella no tiene hijos y su marido es ya anciano. Dijo él: Llámala. La llamó y ella se detuvo a la entrada. Él dijo: El año próximo, por esta época, tú estarás abrazando un hijo. Ella respondió: No, mi señor, no engañes a tu sierva. La mujer concibió y dio a luz un niño por la época que le había dicho Eliseo. (2 Reyes 4,8-17)

– Y el Rey les dirá: En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron. Y él entonces les responderá: En verdad les digo que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo. (Mateo 25,40.45)

– Todo aquel que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no perderá su recompensa. (Marcos 9,41)

Comentario

Esta unidad literaria del evangelio de Mateo se divide en dos partes. La primera parte contiene tres sentencias de sabiduría, dirigidas por Jesús a sus discípulos en relación con el seguimiento y que van aumentando progresivamente en intensidad. La primera sentencia señala: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. Ambas frases contienen una comparación entre el amor familiar y el amor a Jesús que culmina en una provocativa conclusión negativa. El amor familiar que se da en la relación natural entre padres e hijos es algo muy positivo e importante para el desarrollo personal de cada uno. Pues bien, el amor a Jesús crea un vínculo personal muchísimo más estrecho e íntimo y produce una transformación profunda de la persona del discípulo y de toda su vida. Sin amor auténtico y sincero no puede haber seguimiento de Jesús. La segunda sentencia dice: El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. Nuevamente aparece una conclusión negativa: no es digno de mí; pero, ahora la exigencia para el seguimiento está relacionada con que cada uno asuma su propia cruz, tal como lo hizo el mismo Jesús. Para el discípulo, tomar la cruz significa confesar y dar testimonio de su opción personal por Jesús, aunque esta profesión implique dificultades, muchas persecuciones y hasta la misma muerte. La tercera sentencia agrega una dimensión más profunda: El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El ganar y el perder la vida es un hábil juego de palabras. En último término, se refiere a la aparente pérdida que podría significar la opción por Jesús, cuando, en realidad, sería la máxima ganancia que se podría conseguir en la vida.

En la segunda parte de esta unidad, se repite seis veces la palabra clave acoger, en el sentido de aceptar a alguien afectuosamente. Acoger a los discípulos de Jesús significaba acoger al mismo Jesús y acoger a Jesús significaba acoger al mismo Dios, que lo había enviado al mundo a anunciar su reino celestial. Si anteriormente la identidad de Jesús con sus discípulos estaba relacionada con la persecución y el sufrimiento (10,24), ahora esa identidad aparece relacionada, más bien, con la dimensión positiva de la presencia del Señor que daba seguridad y protección a sus seguidores. Este enunciado general de la actitud de una acogida favorable es ilustrado con tres ejemplos concretos, relacionados con los profetas, los justos y los pequeños. El simple servicio de la hospitalidad brindada a un profeta o a un justo no quedaría sin una enorme recompensa celestial. Lo mismo sucedería con el sencillo vaso de agua fresca ofrecido a los discípulos, que son identificados aquí como pequeños misioneros itinerantes. Este gesto hacia los cristianos comunes y corrientes podría parecer realmente insignificante, pero tendría consecuencias que trascenderían hasta la vida eterna. La recompensa prometida resulta absolutamente gratuita, porque no tiene ninguna relación con el modesto servicio prestado. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, les aseguro que no perderá su recompensa.

P. Sergio Cerna, SVD