Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial de Cuaresma  «Tu Palabra es lámpara para mis pies» 

5° Domingo de Cuaresma: 26 de marzo del  2023

 

La resurrección y la vida

Había un enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo. Al oírlo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.

Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba. Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: Volvamos de nuevo a Judea. Le dicen los discípulos: Rabbí, con que hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y vuelves allí? Jesús respondió: ¿No son doce las horas del día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque no está la luz en él. Dijo esto y añadió: Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle. Le dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, se curará. Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño.

Entonces Jesús les dijo abiertamente: Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean. Pero vayamos allá. Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: Vayamos también nosotros a morir con él. Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano.

Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá. Le dice Jesús: Tu hermano resucitará. Le respondió Marta: Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día. Jesús le respondió: Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto? Le dice ella: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.

Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: El Maestro está ahí y te llama. Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue hacia él. Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos, que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí. Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: ¿Dónde lo han puesto? Le responden: Señor, ven y lo verás.

Jesús derramó lágrimas. Los judíos entonces decían: Miren cómo le quería. Pero algunos de ellos dijeron: Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera? Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. Dice Jesús: Quiten la piedra. Le responde Marta, la hermana del muerto: Señor, ya huele; es el cuarto día. Le dice Jesús: ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado. Dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, sal afuera! Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: Desátenlo y déjenle andar. Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. (Juan 11,1-45) 

Referencias bíblicas

– Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude. Le respondió el Señor: Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada. (Lucas 10,38-42)

– Seis días antes de la Pascua, Jesús fue a Betania, donde Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, el que lo había de entregar: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres? No decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Pobres siempre tendrán con ustedes; pero a mí no siempre me tendrán. (Juan 12,1-8)

– Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1,14)

– Los judíos entonces replicaron diciéndole: ¿Qué signo nos muestras para obrar así? Jesús les respondió: Destruyan este santuario y en tres días lo levantaré.  (Juan 2,18-19)

– Les dijo Jesús: Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. (Juan 6,35)

– En verdad les digo: el que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. (Juan 5,24)

– Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte. (1 Juan 3,14)

– La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. (Juan 1,9-10)

– Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. (Juan 17,1)

– Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiéndolos, dio los panes a los discípulos y los discípulos a la gente. (Mateo 14,19)

– En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. (Juan 1,1)

– Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No se extrañen de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. (Juan 5,26-29)

– Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. (Juan 19,40)

– Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio los lienzos en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve los lienzos en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte. (Juan 20,5-7)

Comentario

El relato de la resurrección de Lázaro es original del evangelio de Juan y es el último de los siete signos que narra ese evangelio en su primera parte. Se encuentra al final del libro de los signos, concluyendo así la vida pública de Jesús. Esta habría sido la causa definitiva de la condena a muerte de Jesús. El evangelio de Juan llama signos a los milagros de Jesús, pues su relato se orienta a descubrir el sentido más profundo de lo sucedido. La idea del autor era, a través de esos signos, confrontar a los lectores con la persona de Jesús y llevarlos de este modo a la fe en él. El mensaje de este signo presenta claramente a Jesús como la resurrección y la vida. El relato se divide en las siguientes partes: 1. Muerte de Lázaro (11,1-16). 2. Encuentro de Jesús con Marta y María (11,17-37). 3. Resurrección de Lázaro (11,38-44). 4. Decisión de matar a Jesús (11,45-57).

La primera parte describe la situación en que se va a realizar este signo. El lugar era Betania, pueblo en que vivía Lázaro, junto a sus hermanas Marta y María. Ellas enviaron a Jesús el mensaje de que su amigo Lázaro estaba enfermo. Jesús comentó que la enfermedad no era de muerte, sino que estaría al servicio de la gloria de Dios y del propio Jesús. Más tarde agregaría que Lázaro dormía y que él iría a despertarle del sueño. Como los discípulos interpretaron esto literalmente, Jesús les anunció la muerte de Lázaro. Uno de los discípulos, el mismo que después se negaría a creer en la resurrección de Jesús, propuso valientemente a los otros dirigirse a Judea para morir con Jesús. Es que ellos le desaconsejaron dirigirse a Judea, porque los judíos ya habían intentado matarlo.

La segunda parte narra el encuentro que se produjo entre Jesús y las hermanas Marta y María. La intervención de Marta empezó con un reproche: Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano, seguido de un acto de fe en Dios y en la resurrección del último día. Ante la declaración de que Jesús era la resurrección y la vida, Marta concluyó con una extraordinaria manifestación de fe: Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo. Por su parte, María repitió la queja de su hermana Marta y se limitó a llorar la pérdida de su hermano Lázaro. Jesús compartió el llanto, demostrando así el amor que profesaba a su amigo difunto. Sin embargo, no faltaron los que le criticaron por no haber evitado la muerte de Lázaro.

La tercera parte describe la acción de Jesús, profundamente conmovido ante el sepulcro. Una confiada oración de Jesús a su Padre manifiesta la certeza de que él lo escuchará. Le da las gracias, porque el signo que vendrá permitirá creer a los presentes y aceptarlo como el enviado del Padre. Luego viene la expresa orden de que Lázaro salga del sepulcro. De la misma muerte surgirá la vida nueva que ha traído Jesús. La acción salvadora de Jesús tuvo dos consecuencias diferentes. Viendo lo que Jesús había hecho, muchos judíos creyeron en él. Pero, los sacerdotes y fariseos decidieron eliminarlo, bajo el pretexto de una posible intervención armada de los romanos. Era mejor que muriera un hombre por todo el pueblo y no que pereciera toda la nación por un solo hombre.

+P. Sergio Cerna SVD