Por: P. Stephen Nyantey SVD

El 12 de agosto cada año se celebra el Día internacional de la Juventud. Es un día que fue declarado oficialmente en el año 1999 por la Asamblea General de las Naciones Unidas con la intención de conseguir la participación de los jóvenes en todos los ámbitos de la sociedad, para solucionar los desafíos que la juventud se enfrenta cada día. El Día internacional de la Juventud se celebra de muy distintas maneras en distintos países y se exhorta sobre todo a que los jóvenes se asocien y organicen eventos y actividades, como por ejemplo encuentros, competiciones y concursos en sus comunidades para mostrar la contribución positiva de la juventud a la sociedad. Este año, la celebración cae el vienes 12 de agosto.

A continuación, me gustaría brevemente compartir una reflexión exponiendo el lugar que ocupan los jóvenes y cómo acompañarlos para que puedan descubrir su misión y propósitos en sus vidas para su bien y el bien de los demás.

“La juventud es un momento privilegiado de la vida en el que se recorre un camino para convertirse en una persona madura que puede comprometerse al servicio de los demás hasta tomar una decisión definitiva en la vida” (Frecuentemos el futuro; pista para la renovación de la pastoral con jóvenes, 2022, página 29).

San Alberto Hurtado, por su parte, dijo: “La juventud es la edad del heroísmo, y la gracia de Dios depositada en los corazones fuerza por abrirse paso en muchas almas hacia planos superiores”. Más allá también, “la juventud es una etapa original y estimulante de la vida, que el propio Jesús vivió, santificándola” (Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, 2018).

Según estimaciones del Informe Mundial de la Juventud de las Naciones Unidas de 2020, 1,21 millones de jóvenes de edad entre 15 y 24 años (la edad considerada por muchos como juventud), habitan el planeta y representan el 15,5 % de la población mundial. Es importante destacar que no es tan fácil marcar desde cuando exactamente empieza la etapa de juventud y cuando se termina, por eso el Papa Francisco señala: “ser joven, más que una edad es un estado del corazón”, (Christus Vivit,34).  Pero sea una etapa, un estado, una edad o sea lo que sea, la juventud es un momento pasajero, es decir, no dura para siempre en la vida de una persona. Muchos de los adultos mayores recuerdan con mucha pasión y emoción cuando eran jóvenes. Siendo así, uno tiene que aprovechar y vivir este proceso junto con los demás.

Tenemos que ser conscientes de que muchos de los jóvenes hoy en día viven en una realidad o en un ambiente marcado por la pobreza, violencia, falta de educación, desigualdad, discriminación y son fácilmente manipulables. A otros   les cuestan un montón tomar decisiones y no son capaces de comprometerse a largo plazo, es decir, quieren todo rápido, ¡yaǃ y sin mucho esfuerzo. Pero igual hay que recalcar también que dentro de la realidad y la condición en que viven los jóvenes hoy, la mayoría son creativos, abiertos a la novedad, empáticos, solidarios y sensibles con el cuidado de la casa común o el medio ambiente, tienen mucha energía y sobre todo quieren ser felices.

Algunos de estos jóvenes viven en nuestras comunidades como Misioneros del Verbo Divino; en las parroquias y en los colegios.   A otros los encontramos por las calles, en las ferias, en los supermercados, en las pampas, en fin.   Y todos ellos están llamados a cumplir distintas misiones y “tienen el derecho a conocer la buena noticia del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús” (Frecuentemos el Futuro).

La pregunta es ¿cómo acompañar a estos jóvenes en sus distintas realidades como Misioneros del Verbo Divino o como personas encargadas a la Pastoral Juvenil y Vocacional para que libremente puedan colaborar en la construcción de una sociedad justa, fraterna, solidaria y pacifica? Sugiero lo siguiente:

En primer lugar, podemos acompañarlos a través de la escucha. “Los jóvenes son el principio de la realidad de la pastoral. El camino privilegiado para conocerlos es escucharlos, estar donde ellos están, (en las playas, las plazas, en las redes sociales, en las canchas de fútbol etc.), compartir su existencia cotidiana” (Frecuentemos el Futuro, 23). Tenemos que tener tiempo para escuchar sus fracasos, sus alegrías, sus miedos, sus inquietudes, sus proyectos sin meterse en juicio. Con mi poca experiencia, yo creo que los jóvenes quieren conversar y compartir con nosotros no necesariamente para que le demos respuestas a sus inquietudes sino para que los escuchemos y nada más. Estoy convencido de que no vamos a poder responder a todas sus inquietudes, pero el hecho de estar dispuesto a escucharlos es un gran paso en acompañamiento de los jóvenes.

En segundo lugar, podemos acompañar a los jóvenes caminado juntos con ellos, (sinodalidad). Caminando con los jóvenes implica por ejemplo rezar con ellos, invitándolos a visitar los enfermos y adultos mayores, a participar en retiros, las misiones, campamentos, deportes, en fin, con el objetivo de tener contacto con los demás y también con Dios. Porque caminado juntos con ellos como amigos, es una gran oportunidad de poder entrar en sus mundos para conocerlos y luego para que ellos nos conozcan a nosotros. 

Quisiera destacar que la tarea de acompañar a los jóvenes hoy en día no es tan fácil, para eso necesitamos una actitud de oración, guardando silencio para poder escuchar la voz del Espíritu Santo y pedirle que nos haga capaces de poder llevar a cabo esta gran y linda misión de acompañar a la juventud.

Termino esta reflexión con algunas palabras del Papa Francisco: “Dios es el autor de la juventud y Él obra en cada joven. La juventud es un tiempo bendito para el joven y una bendición para la Iglesia y el mundo. Es una alegría, un canto de esperanza y una bienaventuranza”. (Christus Vivit, 135).

Les deseo, pues, a todos los jóvenes una buena jornada. ¡Que disfruten!

Sobre el autor:
P. Stephen Nyantey SVD

El P. Stephen Nyantey es misionero del Verbo Divino y actualmente sirve como vicario en la Parroquia San José Obrero de Rancagua. También es el responsable Provincial de la Pastoral Juvenil y Vocacional.