De Rusia con amor y la guerra cultural en contra de Rusia

Orlando Figes

“From Russia with Love”, traducida como “Desde Rusia con amor”, es una película británica de 1963, del género espionaje, y la segunda película de la serie de James Bond. Esta película que vi con mi padre un par de veces ya que él era un fanático de las películas del agente 007 y de los westerns italianos, me ha hecho reflexionar sobre la “guerra cultural” que se ha desatado contra Rusia y todo lo que tenga que ver con este país, tanto en el ámbito económico, pero sobre todo en lo cultural, musical, pictórico, etc.  Al mirar los periódicos de Chile me encontré hace meses con una noticia que me causó perplejidad. La Corporación cultural de las Condes, “suspendió una de sus funciones donde se representaría una obra del literato ruso Antón Chéjov”. Me di cuenta que hasta en un remoto país, como Chile, las repercusiones de esta guerra se hacen sentir

Cabe decir que no solo en Chile también en los Estados Unidos, y casi toda Europa se inició un “boicot” cultural a artistas, directores, pintores, etc. rusos, como ejemplo: la soprano  Anna Netrebko condena la guerra, pero no se distancia de Putin, muchos teatros de ópera, el más reciente el MET de Nueva York, han suspendido su colaboración con ella; la Filarmónica de Múnich se separó de su director titular ruso Valery Gergiev, quien permaneció en silencio cuando se le pidió que se distanciara de su amigo Putin; una conferencias sobre el escritor ruso Fiódor Dostoievski había sido cancelada por la Universidad Bicocca de Milán, por suerte dieron marcha atrás; en España el Teatro Real ha suspendido las actuaciones del Bolshói en Madrid; en Italia la Scala de Milán hizo lo mismo con el prestigioso director de orquesta Valery Gergiev y la Bienal de Venecia canceló la participación de Rusia, etc., etc.,

Ante esta situación ¿qué debemos hacer?, ¿debemos sancionar a todo un pueblo y su cultura por la acción de sus políticos?. Tengo colegas de origen ruso y ucraniano, son alemanes, que emigraron de las repúblicas soviéticas, muchos de ellos por tener conexión con Alemania. Algunos de origen ruso están ayudando a los inmigrantes ucranianos en Friburgo ya que muchos ucranianos, que están llegando como inmigrantes, hablan ruso. En algunas regiones de Ucrania el bilingüismo era una cosa cotidiana, como el catalán y el español en Cataluña, el gallego en Galicia o el vasco en las vascongadas. Por otro lado, muchos ucranianos tienen familia en Rusia, por esta razón podemos hablar de una guerra “fratricida”, son dos países hermanos, unidos culturalmente por lazos muy estrechos. Esta línea divisoria es muy fina y muchas veces es difícil separarlos, como lo desean los políticos de ambos países y muchos otros políticos que de diferentes latitudes llevan esta guerra sin sentido, en que Rusia ha invadido a un país independiente, a tomar actitudes que lo dejan a uno sin palabras.

Hace unas semanas, el 6 de junio, es el día escogido por la Organización de Naciones Unidas para celebrar el Día de la Lengua Rusa, una jornada que tiene como finalidad fomentar el multilingüismo y recordar la importancia que tuvo y sigue teniendo este idioma en la cultura mundial. La ONU escogió este día en honor a Alexánder Pushkin, nacido el 6 de junio de 1799 en Moscú y considerado como uno de los padres de esta lengua, lamentablemente la guerra de Rusia contra Ucrania no nos ha permitido recordarlo. 

No quiero que se mal interprete, no estoy defendiendo a Rusia por el contrario condeno su accionar, solo quiero preguntar preguntar ¿hasta dónde continuará esta guerra cultural contra “lo ruso”? Esta pregunta tiene que ver con unas de mis pasiones, que es la literatura.  ¿Vamos a tener que dejar de leer “Crimen y castigo” de Dostoievski o “Ana Karenina” y la “Guerra y la Paz” de Tolstoi? ¿O debemos cancelar ciclos de cine con obras de contenido rusos como “El doctor Zhivago” de Boris Pasternak? ¿Se podrá leer en el futuro, si la guerra continúa, las obras de Nikolái Gógol, Máximo Gorki, Antón Chéjov, de Andrés Biely, ¿Mijaíl Bulgákov o Vasili Grossman? Sí, estoy exagerando, pero la realidad no dista mucho de esta exageración, y es ahí donde tenemos que cuestionarnos con respecto a la relación del mundo político, estadounidense como europeo, con respecto a Rusia.

Si miramos desde el otro lado muchos de los insignes artistas e incluso políticos “rusos” no son nacidos en territorio ruso. El más insigne de todos, Nikolai Gogol o Mykola Hohol, para los ucranianos, cuyo cuento “El abrigo” 1842 fue visto por Dostoievski como el texto fundador de la literatura rusa, era ucraniano. Provenía de una familia bilingüe y estaba obsesionado con la cultura ucraniana. En el bicentenario de Nikolai Gogol, genio literario del XIX, fue un problema la celebración, porque ambos pueblos consideran ‘suyo’ al escritor, los primeros porque escribió su obra en ruso y los segundos porque nació en territorio de la actual Ucrania. Grandes personalidades artísticas del siglo XX, como los pianistas —Horowitz, Gilels, Richter—, pero lo mismo puede decirse de los violinistas —Óistraj—, de los bailarines —Nijinski—, de los literatos —Gogol, Bulgakov—, incluso de los pintores, pues ocurre que Malevich era tan ucraniano como los compatriotas anteriormente mencionados.

Donetsk, territorio expuesto actualmente a un proceso de separatismo y cuna del nacimiento de Sérguei Prokofiev, quien murió el mismo día que Stalin y nadie llegó a enterarse hasta transcurridas unas semanas desde la defunción, es ucraniano.  No se concibe la vida artística de Prokofiev sin las relaciones con San Petersburgo y Moscú, pero su partida de nacimiento demuestra que nació en el ‘Óblast’ de Donetsk.  No olvidar, el propio Stalin tampoco era ruso, ni ucraniano, sino georgiano. El padre del cine “soviético” Sérguei Einsenstein, es nacido en Riga, Letonia. Autores como Taras Shevchenko, considerado por algunos como el padre de la literatura ucraniana, o el gran Mijaíl Bulgákov, el autor de “El maestro y Margarita” un clásico de la literatura europea, hicieron su carrera literaria escribiendo en la lengua del imperio, o sea en ruso. Aquí cabe la pregunta, ¿de qué nacionalismos me hablan rusos y ucranianos? En un futuro no muy lejano, ¿tendrán que dejar de hablar ruso, los ucranianos ruso-parlantes en Ucrania?

El premio Nobel de Literatura, del año 2015, Svetlana Aleksiévich, nació en Ivano-Frankivsk, que en 1948 pertenecía a lo que se denominaba la Ucrania soviética. Si bien hoy su nacionalidad es bielorrusa, y escribe en ruso, su historia es una muestra de que ser ucraniano significa un constante reacomodamiento. En uno de sus afamados libros “El fin del homo sovieticus” nos dice: “no todos los rusos eran soviéticos, pero no todos los soviéticos eran rusos…El coloso del Estado de la URSS desdibujaba las diferencias y exaltaba las conexiones…”.

Estoy releyendo un libro de uno de los pocos expertos europeos en Rusia ORLANDO FIGES, que lleva por título “NATASHA’S DANCE. A CULTURAL HISTORY OF RUSIA”. Este magnífico libro nos recuerda lo importante que ha sido Rusia para la cultura europea y mundial: “Las grandes figuras culturales de la tradición rusa Karamazim, Pushkin, Glinka, Gógol, Tolstoy, Turgenev, Dostoevsky, Chekhov Repen, Tchaikovsky y Rimsky-Korsakov, Diaghilev, Stravinsky, Prokofiev, Shostakovich, Chagall y Kandinsky, Mandelshtam, Akhamotova, Nabokov, Pasternak, Mayerhold, Eisenstein,  no eran simplemente «rusos», también eran europeos, y las identidades gemelas estaban entrelazadas y eran mutuamente dependientes en una variedad de formas. Por mucho que lo hayan intentado, era imposible que los rusos como estos también suprimieran cualquier parte de su identidad”

Este conflicto no se puede resolver sin los rusos, tampoco en este momento sin Putin, es por eso que la intensión de escribir este texto, no es para tomar partido por uno u otro bando, sino para darnos cuenta lo irracional de las medidas que se están tomando, a nivel político y militar como a nivel cultural. Querámoslo o no Rusia es parte del imaginario europeo, y es imposible pensar el continente europeo sin Rusia, de ahí la importancia del dialogo y la diplomacia para resolver este conflicto bélico.  Ojalá todos los políticos, incluyendo a Putin, leyeran “La guerra y La Paz” de Tolstoi, que nos relata la invasión napoleónica de Rusia, donde Tolstoi utilizando un poco la filosofía del espíritu universal de Hegel, niega que la historia esté determinada por personalidades heroicas individuales; más bien se lleva a cabo a través de las acciones de muchas personas. Tolstói en esta brillante novela, baja a Napoleón del pedestal de “genio del arte de la guerra” y le da la forma de un hombre normal, tampoco es el gran diseñador de la historia, sino su juguete.

Les invito a leer este libro y otros que tengan relación con la situación que acontece en esta región del mundo, como en otras tantas donde también día a día mueren cientos de personas. Después de más de 70 años de paz en Europa, esta guerra, a unos pasos de casa, nos ha hecho darnos cuenta que no estamos exentos de conflictos bélicos y que la paz no solo se alcanza, con planes económicos, como crear un “mercado común”.

Esta guerra nos muestra que el entendimiento de los pueblos pasa por el conocer y respetar al otro tal y como es, y esto va para ambos bandos. No soy político, pero si un “homo politicus” que vive en esta sociedad y no puedo abstraerme de ella y es por esta razón de con estas líneas estoy tratado de encontrar sentido al sinsentido de esta guerra en la que están muriendo muchísimos civiles, pero también muchos y muchas jóvenes, soldados ucranianos como como también jóvenes soldados rusos, que no aparecen en las noticias de ambos bandos. Como bien dijera un hombre de la calle en la televisión alemana, “las guerras son iniciadas por lo políticos y generales, los muertos los ponen los pueblos” y de eso saben mucho los alemanes.  

Orlando Figes

(Londres, 20 de noviembre de 1959) es un historiador británico, nacionalizado alemán en 2017. Es profesor de Historia en el Birkbeck College de la Universidad de Londres. Se graduó en la Universidad de Cambridge, donde fue profesor de Historia y miembro del Trinity College de 1984 a 1999. Sus investigaciones se refieren a muchos aspectos diferentes de la historia de Rusia, la Unión Soviética y el Este europeo. Sus principales publicaciones son sobre la historia de la revolución rusa, el régimen soviético y la historia cultural de Rusia desde 1700.

Es autor de numerosos libros sobre la historia de Rusia, como A People’s Tragedy: the Russian Revolution, 1891-1924 (La tragedia de un pueblo: La revolución rusa, 1891-1924), que en 1997 recibió el Premio Wolfson, el NCR Book Award, el Premio literario WH Smith, el Longman/History Today Book Prize y el Premio Los Angeles Times. Natasha’s Dance: A Cultural History of Russia (2002) fue seleccionado para el Premio Samuel Johnson y el Premio Duff Cooper. Otro más reciente es The Whisperers: Private Life in Stalin’s Russia (2007). The Crimean War: A History, 2010.

Just Send Me Word: A True Story of Love and Survival in the Gulag. 2012. Revolutionary Russia, 1891–1991, 2014. The Europeans: Three Lives and the Making of a Cosmopolitan Culture, 2019. Sus libros han sido traducidos a quince idiomas.

Es colaborador habitual de The New York Review of Books y, desde 2003, miembro de la Royal Society of Literature.