En la mañana de este lunes 25 de julio, el Santo Padre se reunió con las poblaciones indígenas First Nations («Primeras Naciones»), Métis (mestizos) e Inuit en Maskwacis, en Canadá. Con este acontecimiento comenzaron sus encuentros públicos en la primera etapa de su «peregrinación penitencial».
“Esperaba que llegara este momento para estar entre ustedes. Desde aquí, desde este lugar tristemente evocativo, quisiera comenzar lo que deseo en mi interior: una peregrinación penitencial. Llego hasta sus tierras nativas para decirles personalmente que estoy dolido, para implorar a Dios el perdón, la sanación y la reconciliación, para manifestarles mi cercanía, para rezar con ustedes y por ustedes”.
Estas palabras abren el sentido discurso del Papa Francisco a los pueblos indígenas First Nations, Métis e Inuit, con quienes se encontró en la mañana de este lunes 25 de julio en Maskwacis, Canadá. Este sitio, también conocido como “Colinas de Osos”, en lengua cree, ubicado a unos 70 kilómetros al sur de la ciudad de Edmonton, en el estado de Alberta, es la primera parada en la “peregrinación penitencial” al país, que comenzó ayer, domingo 24 de julio.
El Pontífice, quien se detuvo en oración silenciosa durante dos momentos de su trayecto hacia el escenario montado en el lugar del evento, fue recibido con sonido de tambores y saludó a los representantes indígenas. Wilton Littlechild, jefe de una de las comunidades, pronunció unas palabras de bienvenida.
El Obispo de Roma recordó los encuentros que tuvieron en Roma hace cuatro meses y narró que, en ese momento, le entregaron dos pares de mocasines, “signo del sufrimiento padecido por los niños indígenas, en particular de los que lamentablemente no volvieron más a casa de las escuelas residenciales”, dijo. Le pidieron que los devolviera cuando estuviera en Canadá y anticipó que lo haría al concluir sus palabras. El Papa se inspiró precisamente en ese símbolo que “reavivó en mí el dolor, la indignación y la vergüenza”, enfatizó.
“Caminar juntos”
El Sucesor de Pedro sostuvo que “el recuerdo de esos niños provoca aflicción y exhorta a actuar para que todos los niños sean tratados con amor, honor y respeto”.
“Pero esos mocasines, continuó, también nos hablan de un camino, de un recorrido que deseamos hacer juntos. Caminar juntos, rezar juntos, trabajar juntos, para que los sufrimientos del pasado dejen el lugar a un futuro de justicia, de sanación y de reconciliación”. Este es, explicó el Papa, el motivo por el que la primera etapa de su peregrinación entre ellos se lleva a cabo en la región que ha visto, desde tiempos inmemoriales, la presencia de los pueblos indígenas. “Es un territorio que nos habla, que nos permite hacer memoria”, dijo.
Hacer memoria
Francisco se detuvo en la importancia de hacer memoria: “Ustedes han vivido en esta tierra durante miles de años con estilos de vida que respetaban la misma tierra, heredada de las generaciones pasadas y protegida para las futuras”, destacó. Refiriéndose a uno de los tantos valores que transmiten las comunidades indígenas, el cuidado de la tierra, comentó: “La trataron como un don del Creador para compartir con los demás y amar en armonía con todo lo que existe, en una viva interconexión entre todos los seres vivos”.
“Un grito de dolor”
Siguiendo su reflexión, la mirada de Bergoglio se dirigió hacia los sucesos dolorosos: “El lugar en el que nos encontramos hace resonar en mí un grito de dolor, un clamor sofocado que me acompañó durante estos meses”. Aludió “al drama sufrido por tantos de ustedes, por sus familias, por sus comunidades, en lo que ustedes compartieron conmigo sobre los sufrimientos padecidos en las escuelas residenciales”.
Políticas de asimilación y desvinculación fueron nefastas
“Es necesario recordar cómo las políticas de asimilación y desvinculación, que también incluían el sistema de las escuelas residenciales, fueron nefastas para la gente de estas tierras”, declaró el Papa.
“Cuando los colonos europeos llegaron aquí por primera vez, hubo una gran oportunidad de desarrollar un encuentro fecundo entre las culturas, las tradiciones y la espiritualidad. Pero en gran parte esto no sucedió”, añadió. “Y me vuelve a la mente lo que ustedes me contaron, de cómo las políticas de asimilación terminaron por marginar sistemáticamente a los pueblos indígenas; de cómo, también por medio del sistema de escuelas residenciales, sus lenguas y culturas fueron denigradas y suprimidas; de cómo los niños sufrieron abusos físicos y verbales, psicológicos y espirituales; de cómo se los llevaron de sus casas cuando eran chiquitos y de cómo esto marcó de manera indeleble la relación entre padres e hijos, entre abuelos y nietos”, subrayó.
Francisco renueva el pedido de perdón
El Santo Padre agradeció a los indígenas “por haber expresado el peso que llevaban dentro, por haber compartido conmigo esta memoria sangrante”.
“Hoy estoy aquí, en esta tierra que, junto a una memoria antigua, custodia las cicatrices de heridas todavía abiertas. Me encuentro entre ustedes porque el primer paso de esta peregrinación penitencial es el de renovar mi pedido de perdón y decirles, de todo corazón, que estoy profundamente dolido: pido perdón por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas”, manifestó.
“Estoy dolido”, reiteró, y pidió perdón, “en particular, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales”.
Las disculpas, un punto de partida
Ante lo que muchos de los indígenas afirmaron (“que las disculpas no son un punto de llegada”), Francisco admitió que concuerda plenamente: “Constituyen sólo el primer paso, el punto de partida”.
Francisco reafirmó que “una parte importante de este proceso es hacer una seria búsqueda de la verdad acerca del pasado y ayudar a los supervivientes de las escuelas residenciales a realizar procesos de sanación de los traumas sufridos”.
“Rezo y espero que los cristianos y la sociedad de esta tierra crezcan en la capacidad de acoger y respetar la identidad y la experiencia de los pueblos indígenas”, expresó el Pontífice.
Francisco compartió su esperanza de que “se encuentren caminos concretos para conocerlos y valorarlos, aprendiendo a caminar todos juntos”. Por su parte, reconoció que seguirá animando el compromiso de todos los católicos respecto de los pueblos indígenas, como lo ha hecho en varias ocasiones, en varios lugares, a través de encuentros, llamamientos y también por medio de una exhortación apostólica (ndr: Querida Amazonía).
El Papa reveló que esta peregrinación se extiende durante algunos días y lo llevará a lugares distintos entre sí: “Sin embargo, no me permitirá responder a muchas invitaciones y visitar centros como Kamloops, Winnipeg, varios lugares en Saskatchewan, en Yukón y en los Territorios del Noroeste. Aunque eso no sea posible, sepan que están todos en mi recuerdo y en mi oración”.
“Sepan que conozco el sufrimiento, los traumas y los desafíos de los pueblos indígenas en todas las regiones de este país. Las palabras que pronunciaré a lo largo de este camino penitencial están dirigidas a todas las comunidades y a los indígenas, que abrazo de corazón”, les dijo.
La memoria y el silencio
Hacia el final de su alocución, el Obispo de Roma retomó el elemento principal de la primera etapa de su viaje, “un espacio a la memoria”: “Hoy estoy aquí para recordar el pasado, para llorar con ustedes, para mirar la tierra en silencio, para rezar junto a las tumbas”.
“Dejemos que el silencio nos ayude a todos a interiorizar el dolor. Silencio y oración”, agregó.
Es necesaria la gracia de Dios para sanar y reconciliar
“No bastan nuestros esfuerzos para sanar y reconciliar, es necesaria su gracia, es necesaria la sabiduría afable y fuerte del Espíritu, la ternura del Consolador. Que Él colme las esperanzas de los corazones. Que Él nos tome de la mano. Que Él nos haga caminar juntos”, concluyó Francisco.