*Por: Hno. Víctor Hirch SVD

“Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común” (1Cor.12,4-7)

La Iglesia está enriquecida con una multiforme diversidad de dones. Entre ellos se encuentra la vocación de los Hermanos. Varones consagrados a través de los votos de castidad, pobreza y obediencia, que respondiendo a la llamada de Dios, prestan una diversidad de servicios “para el bien común”, el bien de todos.

En su Carta Apostólica con ocasión del año de la Vida Consagrada el Papa Francisco invita a una triple mirada sobre la Vida Consagrada: “mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza”. Sin lugar a dudas los tres tópicos caben a la vocación de los Hermanos dentro del amplio abanico de la vida consagrada.

Los Hermanos Religiosos Misioneros en la Congregación del Verbo Divino cimentaron, desde la fundación de la Congregación, las bases de una rica tradición, numerosa, presente, significativa y virtuosa. Los Hermanos fueron apreciados particularmente por nuestro fundador San Arnoldo Janssen y contaron con su especial dilección en las iniciativas comunitarias y misioneras.

Hoy los Hermanos, en menor número, viven presencias misioneras diversas y significativas. Abren la mirada congregacional a espacios de misión renovados y prestan servicios significativos. Los Hermanos son apreciados en sus espacios de vida y misión y llaman la atención en el pueblo de Dios acerca de la gratuidad consagrada con diversidad de dones y talentos.

Al mirar el futuro incierto de la Vida Consagrada -tal como la concebimos hoy-, los Hermanos son presencia alegre y esperanzada. Su particular modo de estar presentes en las comunidades, en la animación eclesial, como en los espacios misioneros en los cuales se involucran hablan de vitalidad que se deja llevar por el Espíritu y que pone su confianza en El y su presencia en la misión.

Hermanos hoy

En el seno de la Vida Consagrada, los Hermanos son una expresión presente aunque poco conocida. A la vez que deben vivir una doble tensión en su particular consagración. En contextos eclesiales se tiende a clericalizar su presencia y en contextos socio-culturales se tiende a laicizar su aporte. Los Hermanos tienen una identidad particular y ella conlleva un propósito. La fidelidad a esta identidad a lo largo del tiempo llevó a actualizar su presencia eclesial sin mudar lo fundamental: “Varones consagrados al Reino de Dios al servicio de la Iglesia”.

“El primer ministerio que los hermanos desarrollan en la Iglesia en cuanto religiosos, es el de “mantener viva en los bautizados la conciencia de los valores fundamentales del Evangelio” y “la exigencia de responder con la santidad de la vida al amor de Dios derramado en los corazones por el Espíritu Santo (cf. Rm 5, 5)”. Todos los demás servicios y ministerios que las diversas formas de vida consagrada realizan, adquieren sentido y razón de ser a partir de este primer ministerio.

Esta función de signo, reconocida por el Concilio Vaticano II y subrayada repetidamente en la Exhortación Apostólica Vita consecrata, es esencial a la vida consagrada y determina su orientación: no existe “para sí”, sino en función de la comunidad eclesial.

La propia consagración religiosa, que presenta la vida como un testimonio de lo absoluto de Dios, o también, como un proceso de apertura a Dios y a los hombres a la luz del Evangelio, es una llamada a todos los fieles, una invitación a que cada uno plantee su vida como un camino de radicalidad, en las diferentes situaciones y estados de vida, abiertos a los dones y las invitaciones del Espíritu. La fraternidad de los religiosos hermanos es un estímulo para toda la Iglesia, porque hace presente el valor evangélico de las relaciones fraternas, horizontales, frente a la tentación de dominar, de la búsqueda del primer puesto, del ejercicio de la autoridad como poder. La comunión se propone hoy a la Iglesia como un desafío especialmente apremiante en el nuevo milenio, para que ella se transforme en la casa y la escuela de la comunión. Los hermanos son habitantes activos en esa casa y son a la vez alumnos y maestros en esa escuela; por eso hacen suya la urgencia que la Iglesia se plantea a sí misma, de desplegar y promover la espiritualidad de la comunión.”[1]

Don para la Iglesia

Un Hermano no vale por lo que hace sino por lo que es. La existencia de varones consagrados totalmente a Dios que planifican su vida consagrada a partir de sus dones al servicio de la Iglesia, es un mensaje en sí mismo. Este mensaje no se mide en cantidad y magnitudes sino en singularidad y significatividad.

La Iglesia está invitada a recibir este don en su seno, como a valorar su particular aporte a la misión eclesial. Esta valoración se expresa en la animación vocacional que la menciona y difunde para despertar la inquietud en jóvenes inquietos y buscadores de su propio modo de vivir la consagración. La valora cuando acoge esta vocación con un modo propio de formación en la vida religiosa y consagrada. La valora cuando descubre el aporte particular a las familias religiosas, la iglesia y la misión que los Hermanos brindan. La valora cuando descubre -a través de ellos- nuevos espacios de misión y los fortalece con presencia y recursos.

Un aporte particular.

El aporte de cada don en la Iglesia es su singularidad. Precisamente los Hermanos fortalecerán una y otra vez, la invitación a la fraternidad a la horizontalidad y la construcción de espacios de diálogo y comunión.

Los Hermanos contribuirán a la apertura a nuevos espacios de misión. Desde la sencillez contribuirán a establecer puentes entre las expresiones de fe y la educación, la salud, la promoción social, las comunicaciones, la cultura, y la multiforme cantidad de presencias en las cuales los Hermanos con un don y una profesión específica puedan aportar.

[1] IDENTIDAD Y MISIÓN DEL RELIGIOSO HERMANO EN LA IGLESIA, CIVCSVA, 15 de Agosto 2015.

*Sobre el autor:

Víctor Hirch SVD, oriundo de Argentina, es Hermano religioso de la Sociedad del Verbo Divino. Es licenciado en Trabajo Social y presidente de la Asociación “Una mano que ayuda”.