Durante estos días nuestro país conmemora la Primera Junta de Gobierno -ocurrida el 18 de septiembre de 1810 -que pavimentó el proceso de soberanía nacional.

Aunque la declaración de la Independencia se produjo el 12 de febrero de 1818, todos los festejos son este mes, especialmente,  durante el «Dieciocho». Y uno de los verbitas que lleva 44 años celebrando estas fechas como un chileno más es el P. Armando Schnydrig SVD, misionero de origen Suizo quien aprovechó esta ocasión para reflexionar sobre su experiencia misionera entre los chilenos.

-¿Cómo fueron las circunstancias de su llegada a Chile?

Llegué a Chile el 16 de octubre de 1976 junto con los PP. Graziano Beltrami y Alejandro Prüne, en barco desde Genova a Buenos Aires y después en tren Buenos Aires, Mendoza, Los Andes y en bus a Santiago. Fue un día de lluvia que por las nevadas en la cordillera nos dejó parados 12 horas en Portillo, así que en vez de llegar a las 20.00 Hrs. a Los Andes, llegamos el otro día a las 08.00 de la mañana. El bus nos dejó en la Estación Mapocho y de ahí tomamos un taxi a la Casa Central. El P. Raúl Torres nos recibió con cierto recelo, porque parecíamos más a unos hippies que a curitas del Verbo Divino. Por mandato del Superior General, la Provincia debería habernos organizado un curso de castellano y otras introducciones a la realidad del país, lo que no ocurrió. Primero el Hno. Francisco, austríaco, nos introdujo en la lengua castellana, hasta que con la ayuda de varios padres nos inscribimos en el Instituto Norteamericano-Chileno de lengua para unos 6 meses de aprendizaje.

En este tiempo en la Casa Central junto con el Liceo Alemán de Santiago muchos cohermanos hablaban todavía el alemán, lo que nos facilitó sentirnos en casa. Chile estaba en este tiempo bajo la dictadura militar y nosotros llegamos a Chile con preocupación. Cuando el P. Graziano contó un día en la comunidad que había visto a un hombre tirarse al Mapocho y después de unos tiros había desaparecido en las aguas, muchos en la comunidad se mostraban incrédulos diciendo que en los tantos años en Chile nunca habían visto o escuchado semejante cosa. Por un curso de introducción a la realidad política y eclesial en Chile por parte  del Arzobispado pudimos conocer un poco más sobre el momento que se vivía en el país. Después de unos 7 meses en la Casa Central asumí mi primer destino en la parroquia del Carmen de Osorno.

-Y en estos años ¿qué opinión se ha formado sobre los chilenos?

Es una pregunta muy difícil de responder sin caer en parcialidades, porque no todos los chilenos son iguales. Pero naturalmente todos los pueblos tienen algunas características que de alguna manera destacan en lo positivo y en lo negativo. Yo llegando de Suiza me encontré acá con un pueblo más espontáneo, amistoso, abierto al contacto con las personas, atento a la vida  y el devenir de las personas, bueno para la fiesta y la talla, manifestando su alegría y su afecto hacia uno. Especialmente el afecto hacia uno como sacerdote y consagrado es muy notorio, aunque ha ido menguando en este último tiempo en ciertos sectores de la población. Yo siempre les digo a los chilenos que ellos afirman que son más afectuosos que los Europeos, en lo que yo concuerdo. Pero digo también entonces que esta diferencia debe venir de la gente autóctona. Y así yo lo he experimentado en mi tiempo en el sur con la gente mapuche, que es muy afectuosa, amistosa y hospitalaria.

La parte del carácter chileno que a mí más me cuesta entender, sin tampoco generalizar, es la manera distinta de decir las cosas en forma directa o más bien indirecta. Desgraciadamente también a través de la historia se ha instalado una fuerte distancia entre las diferentes clases sociales y con el mundo indígena y poca posibilidad de diálogo y entendimiento. Veo esto como uno de los más grandes desafíos en nuestra pastoral verbita.

P. Armando Schnydrig SVD

-¿Cuál es la mayor atracción que siente de Chile o de su gente?

 Me atrae el carácter celebrativo del pueblo chileno, su capacidad de superar las calamidades y los grandes obstáculos. En estos momentos aflora siempre la solidaridad con aquellos que sufren las consecuencias de un desastre. Hay algo de la santa indiferencia ignaciana, de no tomar las cosas demasiado en serio, de buscar siempre una salida a los problemas. A eso se agrega el buen humor y la talla a flor de labios. A los chilenos los veo también capaces de expresar sus afectos hacia otras personas. Además en este último tiempo se ha visto una mayor participación del laicado en los asuntos de la iglesia. A pesar de que ha ido disminuyendo, veo todavía en el pueblo chileno una natural espiritualidad, un reconocimiento de las fuerzas transcendentales en alguna de las diversas expresiones.

-Finalmente, ¿cómo resume su experiencia misionera en tierra chilena?

Mis primeros  4 años en la Provincia Suiza los pasé en un colegio de la Congregación como Prefecto de los internos y como profesor sin preparación pedagógica. Por eso en Chile pedí al Provincial un destino a parroquia y me envió al Carmen de Osorno con el P. Heriberto como párroco. Me entusiasmé con la catequesis familiar, que acercaba a mucha gente  a la vida eclesial y con algunos grupos bíblicos que nacían de esta catequesis. También la juventud buscaba amparo y vida en la Iglesia.

Después de solo un año el P. Provincial me destinó al colegio del Verbo Divino en Las Condes lo que me provocó una cierta desazón, pero pronto me di cuenta que el trabajo en el colegio era mucho más pastoral en comparación con mi experiencia en Suiza. Con la ayuda de la hermana Judith SSpS introdujimos la Catequesis Familiar en el Verbo, con cierta resistencia pero buenos frutos al final.

Otra plataforma de pastoral muy gratificante eran los grupos de reflexión mayormente realizadas en las casas de los apoderados. Como prefecto del segundo Ciclo Básico me permitió también influir en la parte pedagógica y estar en contacto con alumnos y profesores. Y el ser capellán scout me dio la posibilidad de un contacto más estrecho con algunos alumnos y profesores que ha perdurado en el tiempo. Muy valiosa fue también la experiencia de misiones con alumnos en Pto. Domínguez y Entre Lagos, lo que motivó mi posterior opción por la Pastoral Mapuche.

Después de tres años en el colegio, la Provincia me pidió asumir de Prefecto de los teólogos en el recién fundado Seminario de la Florida, una tarea que me asustó a mi edad de 37 años y con ninguna preparación específica. Pude después realizar un curso de formación en Brasil de bastante ayuda. La estadía en el Seminario me ofreció volver a la vida de discernimiento y oración comunitaria, acompañado por la participación en la Conferencia de religiosos. Era un tiempo de entusiasmo vocacional y misionero, una Iglesia chilena que se abrió al mundo, pero también de ciertas dificultades por algunas vocaciones no bien motivadas.

Después de 9 años en la formación fui destinado a la Pastoral Mapuche en Puerto Domínguez.  Junto con el P. Fernando Díaz y la ayuda del P. Wayne Robins de Paraguay elaboramos un plan pastoral propio con una opción preferencial por el pueblo Mapuche. Fue muy hermoso conocer a un pueblo distinto con su cultura, su cosmovisión y un profundo espíritu religioso, compartir sus ritos y costumbres, valorar sus autoridades ancestrales y poder realizar con ellos proyectos de su auténtico interés. Fueron 8 años de valiosos aprendizajes y experiencias de comunidad y amistad.

En seguida me tocó estar 6 años a cargo de la Provincia SVD chilena, cargo que nuevamente me asustó bastante. Fue muy enriquecedor conocer a los cohermanos más de cerca con sus penas y alegrías y también la diversidad de apostolados de la Provincia, además encontrarse con cohermanos de otras Provincias y participar en un Capítulo General. En este Capítulo del año 2000 se acuñó el desafío del Diálogo Profético y se nos encargó el primer Proyecto Provincial, que después entre todos elaboramos en una jornada en Auco. Una de las mayores turbulencias fue el comienzo del cambio del Liceo Alemán de Santiago. Otro desafío fue el intento de readecuar el comodato de la Provincia con la Corporación del Colegio Germania, lo que en parte resultó y me trajo como consecuencia asumir la Rectoría de dicho colegio. No pudimos transformar la Corporación en una Fundación, pero fueron años de buenas vivencias pastorales y pedagógicos con alumnos, profesores y apoderados y por el tamaño del colegio también más personales. En el sur de Chile es todo un poco más lento y calmado.

El llamado de hacerme cargo después de la Rectoría del Colegio del Verbo Divino me asustó nuevamente, pero me ayudó la experiencia anterior en el mismo colegio. Al poco andar nos cayó como un balde de agua fría un correo anónimo con tremendas acusaciones de abusos y de malversación de dinero hacia sacerdotes verbitas y laicos colaboradores. Gracias a un buen equipo de consejo directivo y con mucha transparencia se refutaron judicialmente las acusaciones y salimos reforzados de esta mala experiencia.

Fueron años de apreciar el gran compromiso de muchas personas, las campañas solidarias, las visitas de alumnos a gente de la calle, a campamentos, a construcción de viviendas, a misiones en Bolivia, los grupos de reflexión, las hermosas liturgias con los diferentes coros y naturalmente los intentos de mantener al colegio en un buen nivel académico, pero siempre privilegiando la formación de personas. Eso se plasmó en un nuevo Proyecto Educativo.

Desde 3 años y medio estoy de párroco en la Parroquia Espíritu Santo en El Pinar, tratando de retomar mi poca experiencia en parroquia, especialmente en ciudad. Mi cercanía y la de un diácono y laicos con el Colegio Verbo del Divino nos ayuda a construir puentes entre personas de distintos niveles económicos. De esta manera hemos recibido y recibimos generosas ayudas de todo tipo de parte de apoderados, alumnos y profesores del Colegio. Creo que es uno de nuestros objetivos como Congregación de acercar mundos distantes.

Naturalmente en este último tiempo se nota una notable baja en la participación de los feligreses, especialmente de los jóvenes, lo que es un gran desafío para la pastoral. También la catequesis sacramental no tiene la concurrencia de antes. Pero con el esfuerzo de los cohermanos y de los agentes pastorales buscamos caminos de responder a los tiempos que corren. Quiera Dios que estemos a la altura de lo que Dios espera de nosotros.