*Por: María Elena Poblete
El Monte Tabor se encuentra al oeste del Mar de Galilea. Para los cristianos representa un símbolo de majestad. El significado de esta montaña comienza hacia el siglo VI cuando se convierte en un lugar de peregrinación debido a que fue en esta cima donde tuvo lugar la Transfiguración. Jesús, acompañado de los apóstoles Pedro, Santiago y Juan comienza a brillar y a su lado aparecen los profetas Moisés y Elías y la voz de Dios que anunció: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle”.
Este relato de la Transfiguración de Jesús, que hemos escuchado muchas veces, lo podemos encontrar en los Evangelios de Mateo 17:1-9; Marcos 9:2-8; Lucas 9:28-36 y cada uno de los sinópticos le da un matiz según su experiencia y contexto. En este relato aparecen los profetas Moisés y Elías y se asocia a estos dos personajes con el Sinaí y con la Alianza. Sin embargo, ellos desaparecen y Jesús queda solo; ahora es el único intermediario de la Ley: es el nuevo Elías.
El Monte Tabor nos muestra el nuevo Sinaí, es ahí donde la escena de la Transfiguración ocurre junto a Moisés y Elías. Acompañan a Jesús Pedro, Santiago y Juan, pero al ver lo que ocurre no saben qué hacer y viendo la gloria del Señor, sólo añaden “que bien se está aquí”.
Imagen: El Monte Tabor en la actualidad
Jesús es el shemá, la palabra encarnada del Padre. Jesús se transfigura en este Monte para que pudieran soportar toda la pasión y anticipación a su Resurrección. Toda la predicación y todo lo que han visto no podía ser de otra manera, como un fracaso, como un torturado avergonzado, en el fondo Jesús se transfigura y se oye la confirmación del Padre “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle”, para tener vida eterna. La Transfiguración ayuda a los discípulos y también a nosotros, a comprender que la pasión es un misterio de sufrimiento, pero, sobre todo, un regalo de amor infinito por parte de Jesús.
El Señor nos ha llamado, nos ha querido traer a la fe, un don maravilloso, ¿cómo podemos transmitir esta buena noticia? Estamos siendo transfigurados, podemos pasar por el dolor según nuestra realidad, que nos ha permitido el Señor. Nos habla el Padre desde el cielo para tener una esperanza, para tener una mirada en lo que nos toca vivir, Dios nos ha llamado tal cual somos, para combatir nuestros demonios y no sufrir avergonzados y no sufrir la derrota del demonio. No hay nada mejor que nuestra realidad, pero ahora viene nuestra transfiguración.
La Transfiguración nos coloca en el misterio de nuestra vocación, Dios nos llamó con una vocación, a ser santos, en la propia historia, pero no por nuestras obras, sino por su gracia. El Transfigurado del Monte Tabor aparece desfigurado en la cruz, dejándonos entrever los rostros desfigurados de tantos hermanos y hermanas, pobres y sufrientes, que claman por la justicia y la paz. También nos deja entrever la desfiguración del planeta y destruido a causa del afán de ganancia y de poder. Con esta reflexión queremos estar en sintonía con la Iglesia y en camino de transfiguración.
*Sobre la autora:
María Elena Poblete Salcedo es profesora del Colegio del Verbo Divino de Las Condes y coordinadora de Pastoral de Primer Ciclo del mismo establecimiento.