*Por: Mons. Carlos Pellegrin SVD
Hoy celebramos la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, apóstoles del Señor. El llamado Simón, hermano de Andrés, fue el primero que confesó a Cristo como Hijo de Dios, por lo que el Señor lo llamó Pedro, convirtiéndolo en la piedra de fundamento de su Iglesia. Pablo, llamado apóstol de los gentiles, fue el gran misionero que predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. En tiempo del emperador Nerón, los dos sufrieron el martirio en la ciudad de Roma, Pedro crucificado cabeza abajo y Pablo degollado. Ambos, por su ejemplo de fe y amor a Cristo, son considerados pilares de la Iglesia y son modelos para imitar en nuestra vida cristiana.
Toda celebración de los apóstoles del Señor es para nosotros una instancia muy especial para cultivar nuestra identidad de discípulos y misioneros. Con ellos compartimos la vocación cristiana y la misión de anunciar el evangelio en todo tiempo y lugar, ya sea en la vida laical, consagrada o ministerial al servicio del pueblo de Dios.
La figura de estos grandes apóstoles que celebramos nos recuerda que Jesús quiso perpetuar el ministerio del servicio episcopal hasta nuestros tiempos. Al igual que los Doce, los obispos reciben el Espíritu Santo, transmitido por la imposición de manos, que confiere la plenitud del sacramento del Orden, para predicar el evangelio con humildad y espíritu de servicio, santificando al pueblo de Dios mediante los sacramentos de la fe. El episcopado no es un privilegio ni un honor, es un servicio que se debe vivir al estilo del Señor Jesucristo, quien nos dice que “quien entre ustedes quiera llegar a ser grande, que sea su servidor, y quien entre ustedes quiera ser el primero, que sea su esclavo” (Mt 20,26-27).
Pablo, apóstol, discípulo y misionero, nos recuerda que el obispo tiene que anunciar la Palabra en toda ocasión, buscando formas apropiadas al tiempo que le toca vivir para que eficazmente lleguen al corazón de las personas. Teniendo la oración en el centro de su vida, como lo dice Pedro, en los Hechos de los Apóstoles (Hch 6,4), y confiando en la gracia de Dios, el sucesor de los apóstoles debe esforzarse por ser padre, hermano y amigo, de aquellos encomendados a su cuidado pastoral.
El ejemplo del Buen Pastor es el modelo que el obispo debe seguir, con actitudes de cercanía a todos, especialmente los más postergados, aspirando siempre a ser un “pastor con olor a oveja”, como lo propone el Papa Francisco. Como lo hizo Pablo y lo expresa en sus cartas, el obispo debe acompañar, como hermano muy cercano, a sus colaboradores en el apostolado. En los complejos tiempos que nos toca vivir no puede descuidar a los presbíteros, diáconos, ministros del apostolado, buscando formas de estar cercano a ellos, dándoles su palabra de padre y su ejemplo de especial escucha atenta a los fieles y a los signos de los tiempos.
La tarea episcopal, en nuestros tiempos al igual que en los de Pedro y Pablo, requiere de pastores que, confiados en el Señor, sean servidores al estilo de Jesús, viviendo su ministerio en comunión con la Iglesia, en una actitud abiertamente misionera comprometida con el Reino de Dios, que está también fuera del círculo de los que confesamos la misma fe. Conscientes de sus debilidades, a ejemplo de los apóstoles Pedro y Pablo, los obispos de todos los tiempos están llamados a velar con amor sobre el rebaño que se les ha encomendado, sin descuidar la atención de los que no son parte de la familia de la Iglesia.
Oremos hoy por nuestros obispos, sucesores de los apóstoles, para que puedan cumplir su misión de servicio con humildad y espíritu de gratitud al Señor.
*Sobre el autor:
Monseñor Carlos Pellegrin Barrera SVD es obispo emérito de Chillán. Nació en Santiago en 1958 e ingresó a la Congregación en 1977. Hizo votos perpetuos en 1983, fue ordenado sacerdote en 1985 y consagrado obispo en 2006.
Durante los años 1981 y 1985 realizó sus estudios de teología y misionología en Londres, Inglaterra. Sirvió como misionero en Ghana, Africa Occidental, entre 1986 y 1995. Fue secretario de Misiones en Chile entre 1996 y 2000 y coordinador de Misiones de la zona PANAM entre el 1998 y 2000.
Fue vice provincial de la SVD en Chile entre 1999 y 2001. También se desempeño como rector del Colegio del Verbo Divino entre 1999 y 2006.
Presidió la Federación de Instituciones de Educación Particular (FIDE) entre 2004 y 2006 y la Organización Mundial de Educación Católica (OIEC) entre 2008 y 2010. En la Conferencia Episcopal de Chile ha presidido el Área Educación y la Comisión Episcopal de Misiones.
Sirvió como obispo en la diócesis de San Bartolomé de Chillán entre 2006 y 2018.