*Por: Víctor Villa 

San Francisco de Sales es conocido como patrono de periodistas y comunicadores. Su fiesta que conmemoramos cada 24 de enero, permite revisar cómo nos hemos podido comunicar durante este tiempo marcado por la pandemia.

 Si bien el Covid-19 paralizó un sinnúmero de actividades, debido al llamado al cuidado de la vida y los resguardos sanitarios, este período permitió incursionar -para muchas personas por primera vez- en el uso de herramientas comunicacionales que antes parecían ciencia ficción. Reuniones en línea, entre varias personas separadas físicamente por cientos de kilómetros, era algo en lo que sólo unas pocas personas e instituciones habían incursionado.

 De un momento a otro estos espacios remotos se transformaron en la única posibilidad de encuentro, no solamente para el mundo del trabajo o la educación, sino también para familias completas. Cumpleaños o un simple saludo entre familiares y amistades que no pudieron verse durante semanas o meses, fueron posibles.

 Estos encuentros online se multiplicaron por cientos, incluyendo en la Iglesia. Misas, catequesis, espacios formativos online empezaron a ser desarrollados en diversas comunidades eclesiales a lo largo de Chile y el mundo. También a través de instancias digitales se pudo comunicar esperanza en medio del dolor, al dar cuenta de las necesidades de muchas personas que se vieron fuertemente afectadas por la pérdida de sus fuentes laborales y la entrega de cientos de voluntarios que se volcaron a generar diversas acciones y campañas solidarias, haciendo vida el mensaje: “nadie se salva solo”. Progresivamente hemos experimentado la posibilidad de pasar de ser meros espectadores a activos participantes de instancias de diálogo, escucha y encuentro. Sin duda varios de ellos se mantendrán y otros combinarán la experiencia presencial y remota en la medida que se vaya logrando erradicar el virus.

 Ante este escenario son varias las posibilidades que se nos plantean gracias a estos instrumentos. También varios desafíos. En un anticipo de lo que sería el tema de la próxima jornada mundial para las comunicaciones, la Santa Sede ha adelantado que en este momento histórico que nos obliga a la distancia social a causa de la pandemia, la comunicación puede hacer posible la cercanía necesaria para reconocer lo esencial y comprender verdaderamente el significado de las cosas.

 En esa misma línea, como hemos estado promoviendo en los últimos años en la Iglesia católica en Chile, queremos seguir discerniendo el querer de Dios para este tiempo, también en el campo de las comunicaciones. Para ello deberemos sumarnos a las búsquedas del pueblo de Dios, que en diversas comunidades se ha dado a la tarea de escucharse, de reconocer, interpretar y elegir nuevas formas de ser Iglesia en un tiempo de crisis eclesial y social.

 “Podemos buscar juntos la verdad en el diálogo, en la conversación reposada o en la discusión apasionada. Es un camino perseverante, hecho también de silencios y de sufrimientos, capaz de recoger con paciencia la larga experiencia de las personas y de los pueblos” señala el Papa Francisco en el nº50 de Fratelli tutti, advirtiendo que el cúmulo abrumador de información que nos inunda “no significa más sabiduría” si no se presta una detenida atención y no se penetra en el corazón de la vida, agregando “que un camino de fraternidad, local y universal, sólo puede ser recorrido por espíritus libres y dispuestos a encuentros reales”.

 Esos encuentros reales, ya sea presenciales o vía remota, nos interpelan a los discípulos del Señor a considerar como elementos claves el cuidado, la dignidad y la integridad de cada persona. Esto se puede ir logrando en la medida que sigamos desarrollando instancias donde se intencione una amplia participación en las que podamos ir encarnando valores profundamente evangélicos como nos propone el reciente documento “Integridad en el Servicio Eclesial”. En ese sentido, un gran desafío que asoma ante la multiplicación de instancias de encuentros remotos, es que ellos tengan la suficiente justificación para su realización pues implican a veces una recarga laboral y agotamiento en los equipos que los desarrollan. Dichas orientaciones pueden entregarnos criterios para asegurar relaciones confiables y de buen trato a través de los espacios telemáticos, además de recordarnos que no podemos dejar de lado en el servicio incansable a los pobres, marginados y vulnerables; las sanas relaciones interpersonales, la excelencia del servicio ofrecido y el resguardo del propio bienestar físico y emocional.

*Sobre el autor:

Víctor Villa Castro es periodista y actualmente se desempeña como director de Comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Chile.