«Conocía el valor redentor del sacrificio cotidiano ofrecido con amor en unión al gran Sacrificio de Cristo; esto sin descuido del apostolado activo, pues participaba de las misiones y asistía con caridad a los pobres en la medida de sus posibilidades».

 

Joven chilena del s.XX, Juanita Fernández Solar, llevó una vida sencilla y corriente conforme al ambiente y la época en que le tocó nacer, donde creció y cultivó su fe. Recibió el cariño y supo de las penas y alegrías de la vida de familia, experimentó los reveses económicos, conoció los lazos de la amistad y disfrutó de la vida del campo y del mar, practicó el deporte, afrontó con seriedad los esfuerzos de la vida escolar, fue leal en sus relaciones con sus compañeras y maestras. Finalmente, culminó su vida entregándose a Dios en el monasterio de carmelitas descalzas de Los Andes, donde transcurrieron consumiéndose en amor los últimos once meses de su existencia.

Si bien alcanzó, por la gracia de Dios, una intensa vida mística, transitó por la vía común de quienes hacen oración: conversando interiormente con el Señor, ejercitándose en la meditación, uniéndose en cualquier momento por la fe a la presencia de Dios, manifestando una tierna devoción a la Santísima Virgen. A esto añadía pequeñas mortificaciones voluntarias, pero sobre todo las que por sí mismas se imponen en el día a día: la abnegación y el servicio en el hogar y en el trato con quienes la rodeaban, la paciencia en sus enfermedades y molestias propias de una salud un tanto débil. Conocía el valor redentor del sacrificio cotidiano ofrecido con amor en unión al gran Sacrificio de Cristo; esto sin descuido del apostolado activo, pues participaba de las misiones y asistía con caridad a los pobres en la medida de sus posibilidades. No buscaba ocasiones extraordinarias sino solamente hacer todo lo mejor posible y, de acuerdo con su propósito de “eclipsarse” (cf. D.20), sin querer hacerse notar. “Lo mejor es amar la voluntad de Dios. Allí encontramos la cruz mejor que en ninguna parte. Allí crece este árbol bendito rectamente, sin impedimento, pues es sin la elección nuestra, sin satisfacción alguna” (C.149).

En el silencio y la generosidad de su habitual entrega, había tomado como ejemplo a la Madre del Señor: “Ten siempre como modelo a la Santísima  Virgen y pídele te asemeje” (C.130), escribía a una amiga recomendando lo que ella misma había practicado.

            “Orar, sufrir y amar” (cf. C.14). Ahí su secreto de identificación con Cristo y de fuerza evangelizadora… Aparte del bien que hizo a sus contemporáneos y de las gracias que les alcanzó mediante su oración, en la actualidad tenemos como una imagen visible del influjo que ejerce nuestra santa para atraer las almas a Dios en las decenas de miles de personas que cada año –en circunstancias normales- peregrinan al Santuario de Auco, sin contar aquella otra acción oculta que realiza a través de su intercesión y sus escritos. Confiamos que aún de manera invisible, o menos visible, su irradiación espiritual sigue operando entre nosotros durante este Centenario; Año Jubilar que recientemente ha sido prolongado hasta el 12 de abril de 2021 (101° aniversario de su muerte).

* Por: Hermanas Carmelitas Descalzas de Cristo Rey María Auxiliadora, La Florida, Santiago, Chile.